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Reportaje:

Bélgica tropieza con su propio plan soberanista

Los políticos negocian la reorganización del territorio bajo la amenaza flamenca de romper el país

Gabriela Cañas

En Bélgica no existe el temor a que una pequeña parte de su población abrace la independencia, sino a que el propio país desaparezca. Porque los planes soberanistas suelen llegar de los flamencos, que suman el 60% de la población, y sin ellos los francófonos de Valonia difícilmente pueden mantener vivo un país nacido hace sólo 175 años de la suma de dos. La reorganización política del territorio, que pasa por decidir a qué comunidad pertenecen varias comunas periféricas de Bruselas, ha vuelto a desenterrar el hacha de guerra.

La nueva crisis no lleva el apellido de un político. Se la ha bautizado como BHV, las iniciales de las comunas periféricas de la capital de Europa, conocidas como Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV).

Todos en este país pueden presumir de una cosa: la única violencia que existe es la verbal

El asunto en sí mismo es un embrollo jurídico de difícil seguimiento que ha tenido la virtud o la inoportunidad de despertar el eterno enfrentamiento entre flamencos y francófonos. Esta vez, sin embargo, el primer asalto se lo han adjudicado, sorpresivamente, los francófonos.

Las comunas de BHV están enclavadas, como en origen la propia Bruselas, en territorio de Flandes, pero una parte importante de su población (120.000 de un total de 700.000 habitantes) es francófona, lo que, según el régimen imperante, permite a los vecinos de seis comunas votar en las elecciones a candidatos flamencos o francófonos, como ocurre en la bilingüe Bruselas-capital. Tal situación debe revisarse por mandato de la Corte de Arbitraje y los flamencos no sólo proponen que BHV pase a pertenecer a Flandes como circunscripción electoral sólo flamenca, sino que amenazan con hacer estallar Bélgica si no se acepta.

Los partidos francófonos han respondido contraatacando. Proponen ampliar Bruselas-capital (una de las tres autonomías del país, junto a Flandes y Valonia) con varias comunas de la discordia, y lejos de apaciguar los ánimos de los flamencos, han demostrado que la eterna amenaza flamenca quizá no sea tan mala idea, una vez visto el ejemplo de Checoslovaquia, que ahora son dos países integrados en la UE. "Si no hay voluntad de seguir juntos", ha dicho el liberal Jacques Simonet, "los francófonos de Valonia y de Bruselas deben reflexionar sobre un destino común en el seno de un Estado común".

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"Los francófonos ahora rechazan el fascismo creciente del otro lado", dice Marc Uyttendale, constitucionalista de la Universidad Libre de Bruselas. Las estadísticas demuestran que los flamencos ganan a los francófonos en casi todo: en nivel de renta, en nivel educativo, en productividad, en empleo, en conocimiento de idiomas...

Pero también en un extremismo político representado por el Vlaams Belang (antiguo Vlaams Blok, condenado por racista en noviembre pasado, con el 22,4% de los votos en Flandes) que trae de cabeza a toda la clase política, y que no existe en el lado francófono. Uyttendale considera que esta crisis la magnifican los políticos, mientras los ciudadanos la contemplan con distancia y escepticismo. "Sin embargo, la amenaza de ruptura es real", advierte la senadora verde francófona Marie Nagy.

En una reunión mantenida el miércoles pasado, los partidos de un lado y de otro decidieron crear una comisión paritaria que propondrá soluciones el próximo 23 de febrero. Tal acuerdo ha sido tachado de traición y "maniobra dilatoria" por social cristianos y nacionalistas, dos de las cinco formaciones flamencas, lo que puede desembocar en una crisis del Gobierno tripartido de Flandes, pero ha evitado una crisis del Gobierno federal, presidida por el liberal flamenco Guy Verhosftadt.

Mientras tanto, se sigue negociando. Es la especialidad de los belgas: negociar hasta el último detalle. Todos los políticos de un lado o del otro pueden presumir de una cosa: en este país la única violencia que existe es la verbal.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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