Un 'olé' banquero
Cuando Stanley Fischer anunció en mayo de 2001 que abandonaba la vicepresidencia del Fondo Monetario Internacional, porque había decidido dar un cambio radical a su vida, sorprendió a propios y ajenos. Poco más tarde, en 2002, cuando optó por fichar por Citigroup como vicepresidente del grupo financiero más poderoso del mundo, pocos se extrañaron: parecía ser la continuación de una cuidada carrera profesional. Ahora, sin embargo, Fischer ha vuelto a sorprender a todos al aceptar la nominación para gobernar el Banco de Israel, un puesto comprometido y por el que no va a recibir un salario millonario, como antes, sino una paga mensual de 30.000 nuevos shékels, unos 5.200 euros.
Fischer, nacido en Zambia (1943) en el seno de una familia judía de origen lituano, ya había residido en Israel en los años sesenta, cuando cursó estudios en la Universidad Hebrea de Jesusalem, incluso más tarde, en los años ochenta, cuando participó como experto en el plan de estabilización económica. Pero desarrolló su vida académica y profesional básicamente en el mundo anglosajón: estudió en la London School of Economics y se doctoró en el Massachusetts Institute of Technology.
Su nominación ha constituido una sorpresa incluso en Israel, un país experto en improvisaciones. El todavía gobernador, David Klein, era muy criticado por su política monetaria, aunque no estaba descartada su reelección. En esos momentos, Dany Guilerman, embajador de Israel ante las Naciones Unidas, se encontró casualmente con Fischer en Nueva York y le formuló una pregunta retórica: "¿No le importaría ser el próximo gobernador del banco central?". "Deje que me lo piense unos días". Horas más tarde, la respuesta fue positiva. Así que Guilerman avisó a Ariel Sharon y al ministro de Economía, Benjamín Netanyahu, sobre la buena disposición de Fischer para asumir esa tarea. Ambos dieron la luz verde y ahora sólo falta la aprobación del Comité Bach de Nombramientos de Servicio Civil y del presidente del Estado, Moché Katzav.
Algunos critican a Fischer su escaso conocimiento del hebreo, lo que puede dificultar sus relaciones con la Comisión de Finanzas. Además, deberá adoptar la nacionalidad israelí. Pero el caso es que este olé -un nuevo inmigrante- aterriza con buen pie. Fischer, reconocido por su talante conciliador -como demostró en las crisis de México, Brasil, Argentina o las asiáticas-, es un sionista convencido que siempre ha predicado que, para estabilizar Oriente Próximo, también desde el punto de vista económico, es necesario el entendimiento con los palestinos. Y en eso parece que se está en estos momentos.
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