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Columna
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¿A qué se juega?

La primera regla del juego en todo Estado democrático es que los resultados de las elecciones tienen que ser aceptados. Esta es una regla que no admite excepción, a menos que existan indicios objetivos y razonables de que dichos resultados han sido el resultado de un fraude procesal o sustantivo, como ocurrió recientemente en las elecciones presidenciales en Ucrania. Si no hay indicios de fraude, los resultados electorales tienen que ser aceptados y aceptados de verdad. No es suficiente que se diga que se aceptan los resultados, porque no hay ningún dirigente político que pueda decir algo distinto. Es preciso que esa aceptación de los resultados electorales se refleje en la conducta de los órganos de dirección de los partidos. Cuando esto no ocurre, la vida política se encanalla y el enfrentamiento empieza a trasladarse a la sociedad.

El PP está ausente del debate parlamentario. No se sabe quién habla en su nombre

Tengo la impresión de que algo de esto está sucediendo en España y en Andalucía, aunque en nuestra comunidad autónoma de forma más grave. Formalmente el PP ha reconocido el doble resultado electoral del 14-M, el español y el andaluz, pero materialmente no lo ha hecho.

En lo que al resultado español se refiere, el discurso de los dirigentes del PP ha sido un discurso deslegitimador. Las elecciones no las ganó el PSOE, sino que la perdió el PP como consecuencia de un atentado terrorista programado expresamente para ello, que tuvo lugar el 11-M porque las elecciones estaban previstas para el 14-M, pero que habría tenido lugar el 4-M si las elecciones hubieran estado previstas para el 7-M, como dijo José María Aznar en su comparecencia ante la comisión parlamentaria de investigación del 11-M. No hubo fraude electoral, como el que ha habido en Ucrania, pero el resultado electoral no fue limpio. De ahí que los dirigentes del PP consideren que es legítimo hacer todo lo posible para acortar la legislatura y forzar unas elecciones anticipadas, que tendrían para ellos el sabor de una suerte de revancha. Lo ocurrido en la reciente manifestación convocada por una de las asociaciones de víctimas del terrorismo creo que es una buena muestra de ello. El encanallamiento de la política durante esta semana no ha podido ser más visible.

La no aceptación del resultado electoral en Andalucía se está manifestando de una manera diversa, pero más grave. En Andalucía el PP no puede tener un discurso deslegitimador del resultado electoral, porque éste fue tan rotundo que no es posible atribuirlo al atentado del 11-M. Nadie se atreve a decir que Manuel Chaves es presidente de la Junta de Andalucía porque se programó un atentado para impedir el triunfo de Teófila Martínez. La ridiculez de la idea es tan evidente que nadie se atreve ni a pensarla.

Ahora bien, si en Andalucía no hay un discurso deslegitimador del resultado electoral, sí hay una negativa por parte del PP de aceptar las reglas del juego político institucionalizado en todo régimen parlamentario digno de tal nombre. El PP no está rechazando unos resultados electorales, sino que está rechazando el sistema parlamentario andaluz en su conjunto.

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Empezó con la designación de Javier Arenas como presidente del PP tras el doble resultado electoral del 14-M. ¿Cómo puede explicarse que se designe presidente del partido a un dirigente que encabeza la lista al Congreso de los Diputados de Sevilla, que es la que tiene los peores resultados en Andalucía? Javier Arenas ha sido en las dos legislaturas anteriores ministro, vicepresidente del Gobierno y secretario general del PP a nivel nacional, disfrutando en consecuencia de una presencia enorme en todos los medios de comunicación. El plus con el que iniciaba la campaña electoral era enorme y, sin embargo, sus resultados han sido catastróficos. ¿En qué régimen parlamentario en cualquier país democrático se produciría una decisión de esta naturaleza? ¿Cómo se puede considerar que un partido acepta los resultados electorales si promueve al candidato que obtiene los peores resultados a la condición de presidente del partido y futuro candidato a la presidencia de la comunidad autónoma? ¿Hay mayor desprecio que ese a la manifestación de voluntad ciudadana? Más todavía cuando resulta que el candidato promovido no tiene la condición de parlamentario andaluz y no puede, en consecuencia, participar en el debate político en la comunidad de manera institucionalizada.

El desprecio que está manifestado el PP, tanto el nacional como el regional, por las reglas del juego parlamentario en Andalucía no puede ser mayor. Esto es lo que significa la conducta del PP tras el resultado electoral andaluz del 14-M.

Lo grave de lo que está ocurriendo en Andalucía es que hay una estrategia del PP de negar que el Parlamento sea el lugar donde se hace política en nuestra comunidad autónoma. Se está intentado de manera soterrada y espuria hacer llegar a la opinión pública que el Parlamento no es el lugar de encuentro entre la mayoría y la minoría parlamentaria, sino que es una institución mediante la que se quieren introducir de contrabando decisiones incalificables. Está ocurriendo sistemáticamente. El PP está ausente del debate parlamentario en Andalucía. Ahora mismo no se sabe siquiera quién habla parlamentariamente en su nombre. Y cuando participa en alguna negociación parlamentaria, lo hace con trampa, con la finalidad de descalificarla posteriormente y devaluar de esta manera la institución en la que dicha negociación ha tenido lugar. Es lo que ha ocurrido señaladamente con la negociación sobre las medidas de impulso democrático, que se pactaron por los parlamentarios del PP con los de los demás grupos parlamentarios y que acabaron degradadas después al pensionazo por parte de Javier Arenas. ¿A qué se juega?

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