Barranda canta y baila
A los que aman en Madrid
Aunque cualquier sitio es bueno para verbalizar el amor, hay ambientes más acordes con los sentimientos. El romanticismo es una buena excusa y el punto de partida de esta guía, 100 lugares en Madrid donde decir "te quiero", que sugiere un recorrido sentimental por los rincones con duende de la capital. La cosa se reparte así: 24 restaurantes, 26 bares de copas, 13 tiendas, 10 museos y centros culturales, siete hoteles y 20 paisajes urbanos. Están los clásicos, claro, y también las nuevas adquisiciones. Por eso, funciona como una guía de sugerencias urbanas, ideal para quienes quieren estar a la última, para los gourmets, los noctámbulos, los amantes de la cultura o los flâneurs ociosos. Y, en general, por supuesto para las parejas, tanto las recién llegadas a Madrid como aquellas con ganas de mirar la vieja ciudad con nuevos ojos.
Cada lugar aparece con sus datos básicos y una ficha que da una idea de lo que se encontrará. Por ejemplo: si la terraza del hotel Ritz ofrece ambiente para millonarios; estilo entre el mimbre y el parterre, y especialidad en té con pastas; la calle de Fuencarral, en el barrio de Chueca, se distingue por su multiculturalismo y su impronta "prêt-à-porter a la última". Una vez hechas las presentaciones, se hace un somero desarrollo del lugar, entre periodístico y sensorial, y por último alguna recomendación. Mientras el restaurante Lhardy es "para los que apuestan por el cocido madrileño y creen que los Gobiernos se derriban desde la mesa", el Larios Café conviene a "amantes de los diseños modernos".
Seguidillas, jotas, torrás, fandangos, malagueñas, aguilandos, parrandas y rondeñas. A los sones de guitarras, bandurrias, laúdes, requintos, platillos, panderetas, castañuelas, violines, panderos, campanillas y botellas rayadas. En las voces de hombres y mujeres venidos de pueblos, aldeas y pedanías de Murcia (Beniel, Fuente Álamo, La Cuesta de Gos-Águilas, Aledo, Zarcilla de Ramos, Purias, Moratalla, Caravaca y Barranda), Albacete (Los Llanos, Huebras y Motilleja) y Málaga (la panda de verdiales de Jotrón y Lomillas). Ése es el panorama que cualquier visitante se encontrará mañana, domingo, en Barranda, pedanía de Caravaca de la Cruz (Murcia), donde desde hace 27 años se celebra la Fiesta de las Cuadrillas. Sus calles, llanas y amplias, están salpicadas de pequeños escenarios a ras de suelo por los que desfilan las diferentes agrupaciones. Un inmenso gentío deambula de un lado a otro y se detiene a veces para disfrutar de sus músicas y cantes favoritos. Son muchos los que se animan a marcarse unos bailes: no faltan los valses, mazurcas, tangos y pasodobles.
Las cuadrillas, aguilanderos, animeros, rondas y pandas tienen muy diferentes orígenes. Muchos nacieron de la mano de hermandades y cofradías. Sus voces se dejan sentir aún hoy en las frías madrugadas, con el canto del rosario de la aurora; en los bailes de pujas, con los que se recaudan fondos para decir misas, como las de Navidad, Inocentes y Epifanía, que por estas tierras del sureste son especialmente ricas.
La misa, a las 9.30, será cantada por los animeros de Caravaca y los auroros de Santa Cruz, una de las agrupaciones de la huerta murciana que mantienen vivo este importante patrimonio popular, que se remonta al siglo XVII.
El momento culminante se produce a partir de las 15.45, con el choque de cuadrillas en la calle Mayor. Entonces, bajo la luminosa luz del atardecer murciano, resulta difícil decidir adónde acudir, con qué grupo quedarse, qué baile contemplar, qué sones escuchar. Viejos temas (hay un importante proceso de recuperación) y voces antiguas y nuevas (se ha incorporado mucha gente joven), en una singular cita invernal.
Turismo de Caravaca de la Cruz (968 70 24 24)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.