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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El 'boom' que iluminó días oscuros

Tras repasar las páginas de este esfuerzo de compilación que, bajo el significativo título de La llegada de los bárbaros, traza un recorrido por la recepción de la literatura hispanoamericana en España entre 1960 y 1981, uno tiene la sensación de asistir al retrato doloroso y, sin embargo, heroico de una era temible, de un tiempo deslucido que, de repente, parece adquirir consistencia gracias a esa narrativa proveniente de América y recibida aquí con menos reticencia de la que después sospecharíamos. Escrita en nuestra lengua, la nueva producción americana serviría para iluminarla de modo sustancial e irrevocable.

Porque la virtud de esta recopilación, que documenta el fenómeno de su acogida, es directamente proporcional a la importancia de los tópicos por ella desterrados. Por ejemplo, la tan traída interpretación del boom como fenómeno exclusivamente mercantil, surgido de la confabulación de unos avispados catalanes con autores latinoamericanos radicados en Barcelona, aparece formulada en la época y contestada con el manejo de los propios textos: textos de los que se subrayó pronto una brillantez, seducción y altura que les permitiría sobrevivir más allá de aquella explosión inicial.

LA LLEGADA DE LOS BÁRBAROS. La recepción de la literatura hispanoamericana en España, 1960-1981

Joaquín Marco y Jordi Gracia (editores)

Edhasa. Barcelona, 2004

1.183 páginas. 49 euros

Resultado de una ingente investigación universitaria que la Universidad debería digerir ahora y rentabilizar con una secuela de análisis -olvidando esa reticencia tan suya y también tópica hacia la producción crítica en prensa-, los artículos, reseñas, entrevistas y ensayos reproducidos en edición de Edhasa demuestran que hubo, en efecto, quien alzó su hacha de guerra contra lo que venía de allende los mares, a veces no tanto por cuestiones estéticas como por mantener su predio dentro del realismo social o del género de la época, la tan descalificada "novela de la berza". Pero aunque se dieron posturas acartonadas que negaron de plano toda energía creadora a lo que se seguía tachando de "literatura colonial", una mayoría lúcida se deleitó con los aires atlánticos. Críticos ya clásicos y escritores reconocidos -Jorge Campos, Rafael Conte, Juan Ramón Masoliver, Joaquín Marco, Andrés Amorós y hasta Carmen Martín Gaite, García Hortelano, Pere Gimferrer o Juan Goytisolo- saludaron con entusiasmo en reseñas, ahora recuperadas, una producción, casi un milagro que, con más de dos títulos al año durante una década, podía desencadenar todo tipo de reacciones salvo la indiferencia.

En sus artículos, esos nombres y muchos otros dejaron testimonio del estado de excepción que se inauguraba y de los cambios que traería consigo. Porque a esta literatura, a las altísimas novelas que empezaron a leer los españoles, los antólogos atribuyen consecuencias trascendentales como la incitación a una modernidad deseada desde ellas, un cierto impulso liberalizador y un espíritu vivo, más aperturista.

Difícil saber si La ciudad y

los perros, Pedro Páramo o Paradiso fungieron realmente como "agentes del cambio histórico de la mentalidad y sensibilidad del español medio" -nuestra deuda con ellas sería incalculable-. Pero lo que generaron sin ninguna duda fue una modificación en los hábitos de lectura y comentario, en la comprensión y exégesis de lo escrito. Y esta antología, más que a esa literatura que la motiva, nos describe a nosotros los lectores, desvela el rostro de la recepción, hace el cómputo de aquello que podía asumirse en una España "hondamente recelosa y esquiva". Por eso, a esta recolección habría que acercarse en su calidad de cartografía o archivo de cómo se lee o se puede llegar a leer en una época dura, más propicia a la oposición silente. Aquella literatura americana se abría paso para decir más de lo que era posible y algunos la recorrieron como una forma de resistencia.

La crítica que la reseñó tenía que habérselas con un aparato censor activísimo -que, estudiado en la antología, constituye una de sus secciones más intensas- y neutralizar el intervencionismo del Estado: demasiada tarea para además articularse como escuela, tradición o hermenéutica, para proceder a la aventura epistémica de la reflexión sobre su camino y sus técnicas o preguntarse por su entidad. Y aunque consigue madurar y profesionalizarse a golpes de cada nuevo título hispanoamericano comentado, lo cierto es que apenas fue capaz de sopesar su validez y tematizar su propio alcance. Es muy revelador por ejemplo que, mientras en España se despachaba a Borges como un "novelista" menor, en París la revista L'Herne le dedicaba aquel número monográfico que lo consagrara como autor de referencia en una operación de conciencia, de profundidad y análisis por aquí inaudita.

Y creo que esto conforma el

corazón de la tarea propiciada por Joaquín Marco y Jordi Gracia. Un trabajo que debería ahora precisar en qué se alteró la exégesis española, si ésta permaneció "sorda, ciega y muda" tras su convivencia con una narrativa a todas luces rompedora o, en ejercicio soberbio de ductilidad, se adaptó a lo que ella le demandaba: flexibilidad de criterios, como flexibles eran aquellas novelas, metodología cambiante al ritmo de esa prosa inesperada y una pregunta por su propio sentido como la que se desgranaba de toda aquella metaliteratura, de todo ese escribir americano sobre la escritura en sí. Entonces resulta imprescindible el estudio contrastivo de aquella crítica, hoy ya legendaria, porque al postular esa narrativa "ajena" frente a las opiniones nacionales, es a ella misma a quien venía a defenderse. A eso ayudó también la narración de América y del boom, a legitimar la exégesis que la estudiaba como mecanismo sancionador, como voz formada y opinante: de ella, con sus debilidades, provenimos, de su lectura asombrada, casi estupefacta ante páginas únicas en días oscuros.

De izquierda a derecha: Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez, en los días del 'boom'.
De izquierda a derecha: Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez, en los días del 'boom'.

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