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'NÚMEROS LOCOS' | Antena 3

Concurso de concursos

Por su título podría parecer que Números locos reúne dos realidades inquietantes y complejas: las matemáticas y la locura. Pero no. Se trata de algo más inofensivo: un concurso diario de media tarde (Antena 3, 18.00). Desde un punto de vista estrictamente numérico, el panorama es el siguiente: ocho concursantes divididos en dos grupos y un presentador omnipresente y con una trabajada elasticidad facial. Los números intervienen en todas las respuestas, y son la culminación de unos enunciados que destilan un humor blanco, apto para todos los públicos (incluso para el del plató) y adecuado para niños que estén intentando desintoxicarse de las emociones más fuertes que animan la oferta de otros canales.

Pitágoras o Diofanto apreciarían este espacio, que tiene la única finalidad de entretener contemplando cómo unos humanos superan distintos escollos y compiten entre sí para alcanzar un botín relativo, sin someterse a más humillación que la de mostrar en público su ignorancia, intuición o potra. El género así lo establece. Quien sienta reparos ante este fomento de la codicia puede recuperar unas viejas declaraciones de Imanol Arias ("la sociedad debe decidirse, si lo que quiere es una cultura de tetas y concursos") y felicitarse por la ausencia, en este caso, de tetas-cebo o azafatas-trampa.

Carlos Sobera dirige el cotarro con soltura y desparpajo. Comenta las respuestas y ulula, gesticula o carcajea dependiendo de los disparates que sueltan los concursantes. Para completar esta estructura, que fomenta cierta gimnasia lógica, se añaden algunos elementos modernizadores. En teoría, tienen la misión de ilustrar el plato fuerte con una guarnición elaborada bien con animación, bien con un reloj feísta que preside el miniespacio La hora chunga (una revisión del Doble o nada). Cada concursante cuenta con dos mascotas animadas, unos Blues Brothers, unos Raperos, unos Elvis y unos bichos llamados Humos, a cual más repelente. Su presencia sólo tiene sentido para dar vida a una resultona y colorista careta introductoria. Es el prefacio a un programa construido con retazos de otros concursos y con un horizonte-bote final en forma de combinación que abre una caja fuerte repleta de dinero. Al principio, la mezcla frankensteniana (con piezas de, entre otros muchos referentes, El precio justo o La ruleta de la fortuna) dispersa un poco, pero quizá estemos ante una nueva era del género, que acumula sedimentos de otras épocas, destinada a saciar la curiosidad de nuevas generaciones de espectadores: el mestizaje concursil.

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