Agua bendita
En la reunión de ayer del Papa con un grupo de obispos españoles hay una frase realmente curiosa. Entre los muchos temas divinos y terrenales que se abordaron en la audiencia vaticana, el Sumo Pontífice habló del agua. Por el tono no parece que se refiriera al agua bendita. Juan Pablo II dijo -o le hicieron decir- que se está llevando España a la confrontación social por un recurso natural, "que es un bien común que no se puede despilfarrar ni olvidar el deber solidario de compartir su uso". Esta incursión del Vaticano en la política hídrica es lo más sorprendente en la doctrina acuática de la Iglesia desde que Cristo caminara por encima de las aguas del lago Tiberiades, o Moisés separara las del mar Rojo.
El súbito interés vaticano en materia hidrológica no se comprende sin la sibilina figura del arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco. El domingo el portavoz de Esquerra Unida-l'Entesa, Joan Ribó, acusaba al prelado de "seguir una campaña electoral permanente a favor del PP, partido en el que se ha erigido como brazo intelectual". Ribó calificaba de mitin la homilía pronunciada el sábado, en la que el arzobispo comparó al Gobierno con los verdugos de San Vicente Mártir. El viernes, veinticuatro horas antes de la homilía mitin García-Gasco se reunía con el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, la alcaldesa, Rita Barberá, y el presidente de la Diputación, el ex falangista Fernando Giner, para constituir una fundación que se encargará de la organización del V Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Valencia en 2006. Y en plena campaña de agitación, el arzobispo se jactaba del incremento en el número de obispos valencianos entre el episcopado español frente a los prelados catalanes, lo que favorecería a Valencia frente a Cataluña y el gobierno tripartito. La secuencia está pues clara como el agua y pone de manifiesto el partidismo sectario de una jerarquía presidida por la soberbia. Una jerarquía, que lejos de predicar el entendimiento y la paz, está dispuesta a generar las más bajas pasiones, que no son las de la bragueta, sino las de la avaricia y la soberbia. Aquí no ha habido más confrontación social que las manifestaciones financiadas desde la Generalitat Valenciana, de las que el arzobispo se convierte en vocero.
Con su negativa al uso del condón para prevenir el sida, la jerarquía eclesiástica ha demostrado que carece del más mínimo sentimiento de caridad cristiana, de piedad humana. Caridad que ni siquiera tienen con el Papa, un anciano enfermo, en manos de una curia que utiliza su quebrada figura como una marioneta para sus juegos de poder.
Cuarenta años después del Concilio Vaticano II, para muchos cristianos que creen de verdad en las virtudes evangélicas, tiene que ser muy duro asistir al lamentable espectáculo que estos falsos profetas montan desde los micrófonos de la COPE y de los púlpitos. El llamado Grup de Rectors del Dissabte, sacerdotes de las parroquias populares y obreras, proponía estas navidades "mantener viva la sabiduría que antepone la misericordia al reproche, la compasión al control, el acompañamiento a la condenación, la reconciliación a la agresividad". Difícil lo tienen.
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