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Reportaje:FÚTBOL | Un caso único de permanencia en la cima

Eterno Maldini

El milanista sigue siendo a los 36 años, 20 después de su debú, uno de los mejores defensas

Enric González

El fútbol es rico en superlativos. Hay fenómenos, extraterrestres, profetas, kaisers, reyes... Y luego está Maldini (Milán, 26 de junio de 1968), al que de joven llamaban "el bello Paolo" y al que hoy le basta con el apellido porque no hay exageración ni adjetivo apropiados para un caso único: 20 años como titular en el potentísimo Milan y 20 años de juego excelso, discreción y caballerosidad. A sus 36 años, sigue siendo uno de los mejores defensas del mundo, si no el mejor.

Hijo de una vieja gloria milanista, Cesare Maldini, Paolo era un chaval larguirucho de 16 años y formaba parte de los juveniles cuando el entrenador del Milan, Nils Liedholm, le anunció que sería convocado para un desplazamiento a Udine. "Si jugaras, ¿en qué puesto te gustaría hacerlo?", le preguntó. "En el lateral derecho, mi sitio natural", respondió. Días después, el 20 de enero de 1985, Maldini comenzó en el banquillo. A mediados de la primera parte, se lesionó Battistini y Liedholm le hizo una seña: "Colócate en la derecha". Y debutó con un empate (1-1) en un Milan mediocre que sería eliminado por el Waregem, belga, de la Copa de la UEFA y terminaría el séptimo en su Liga.

"¿Dónde te gustaría jugar? En el lateral derecho, mi sitio natural". Siempre lo ha hecho en el izquierdo

Maldini no sabía que estaba a punto de llegar al Milan un nuevo presidente-propietario, Silvio Berlusconi, ni que el club estaba a punto de iniciar un ciclo sensacional, ni que él, diestro pero hábil con las dos piernas, iba a quedar asignado de por vida a su lado "antinatural", el izquierdo. Tampoco, que su carrera superaría cualquier sueño. En 1987 se hizo cargo de la dirección su antiguo entrenador como juvenil, Fabio Capello, quien hoy mantiene inalterable su opinión: "El mejor defensa". La de Maldini tampoco ha cambiado: "Capello fue mi maestro".

En 1988 ganó su primera Liga. En 1989, su primera Copa de Europa (4-0 al Steaua de Bucarest) y su primera Intercontinental (1-0 al Nacional de Medellín). Conoció entonces a un nuevo técnico, Arrigo Sacchi, que les hacía entrenarse con camisetas de cuatro o cinco colores distintos "para mejorar la concentración y afinar las posiciones tácticas". "Me enseñó a pensar en el equipo", dice.

Maldini creció a la sombra de Baresi, su "modelo", y se convirtió en el faro del Milan cuando éste se fue. Hoy no es sólo el capitán. Es quien, con un palmarés abrumador (siete Ligas, cuatro Copas de Europa, una de Italia, tres Supercopas europeas y dos Intercontinentales, así como Mejor Jugador Mundial de 1994) y con una autoridad natural que le convierte en intocable, se prepara más duramente que nadie y se limita a mandar con la mirada y con alguna sonrisa.

El recuerdo que guarda de sus grandes rivales le define. Para él, Maradona no sólo fue "el más grande", sino también "el más leal": "Era un modelo de comportamiento, respetaba a todos y encajaba las patadas sin una queja". Por razones similares menciona a Rummenigge, "un caballero". Y a Van Basten, "un genio con muy mala suerte".

Siempre ha jugado atrás y eso le ha privado de reconocimientos merecidos como el Balón de Oro. Pero no lamenta no haber sido delantero. "Quizá habría sido uno mediano, de mucha presión y poco gol", comenta. Y, pese a ser defensa y basar su filosofía en la regularidad, la seguridad, el trabajo y la adaptación al colectivo, sigue considerando que el talento y la genialidad son los máximos valores: "El mejor, hoy, es Cassano".

No quiere ser entrenador. Por el momento, piensa en prolongar un año más su contrato, que expira en 2006: "Me asusta llegar a los 40 en activo, pero también sé que el día que lo deje añoraré la rutina diaria y los entrenamientos más que las grandes jornadas de triunfo". No le disgustaría ejercer como directivo. Giorgio Armani mantiene abierta su oferta para contratarle como modelo, pero él, 1,86 metros, 83 kilos, ojos verdes, casado y padre de un niño, no piensa aceptar: "Sólo soy un futbolista".

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