_
_
_
_
Reportaje:

Plan de concordia para un jardín

Un proyecto becado por el Ayuntamiento antes del contencioso sobre la Fuente del Berro recupera un antiguo lago cegado

El premio Iberflora de Jardinería, uno de los de más nombradía en España y que se concede anualmente en Valencia, ha recaído en 2004 en un proyecto que concierne, y mucho, a Madrid. Concretamente, a uno de sus nueve parques históricos de la ciudad: el de la Quinta de la Fuente del Berro. Fue creado como plantío y finca campestre por Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías y Condestable de Castilla, en torno a 1620. Consumía seis reales de agua para el riego. El rey Felipe IV lo compró diez años después por 32.000 ducados. Sus aguas eran las más puras de Madrid.

De ahí deriva, al parecer, su nombre, ya que se dice que el berro crece en las inmediaciones de las aguas cristalinas. El parque se encuentra situado hoy entre la calle de Enrique D'Almonte y la M-30, frente a Torrespaña, en la prolongación de la calle del Alcalde Sainz de Baranda.

Una pantalla vegetal sobre un talud circular al estanque protegería visualmente la zona

Sobre una zona de este recinto paralela a la vía de circunvalación, un plan de la Junta de Distrito de Salamanca intenta construir, a partir de febrero, un serie de pistas deportivas. El plan, que requerirá cementar y asfaltar futuras canchas de pádel, skateboard, voleibol y fútbol sala, ha sido denunciado por la oposición municipal, organizaciones ecologistas y sindicales, que aseguran que contraviene las leyes de defensa del patrimonio histórico.

Mucho antes de que surgiera este contencioso, el Ayuntamiento de Madrid decidía becar a una joven ingeniera agrícola, Isabel Guerrero, que estudiaba la recuperación y restauración paisajística de la Fuente del Berro. Isabel pasó un año y seis meses en el proyecto, que resumió en 698 páginas y expresó en 17 planos. Su tutora fue Isabel González, durante años responsable técnica del Retiro y ahora, desde Parques y Jardines, jefa de Sección de Otros Parques Históricos madrileños.

Lo que mostraba el proyecto premiado de la joven ingeniera becada era que mantener la entidad histórica del parque madrileño contribuía a su mejor y más económico mantenimiento. Y ello en un momento en el cual el deterioro de un espacio histórico como el que ocupa, de 7,9 hectáreas, avanzaba peligrosamente a un umbral cuyo progreso podía aún ser atajado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El desnivel entre la parte superior del parque y la inferior, junto a la M-30, es de 26 metros, aproximadamente. A lo largo de esta pendiente se despliega un conjunto paisajístico que ha evolucionado según los gustos de sus propietarios, privados hasta el año 1945, en que pasara a ser propiedad municipal. Así, la personalidad de sus jardines pasó desde los primitivos cultivos en bancales y macizos a la usanza de los jardines italianos y franceses del barroco, hasta las tonalidades del estilo inglés del siglo XIX, con pradera, setos, masas florales y arbolado que incluye algunos ejemplares únicos en la flora madrileña, como un Juniperus drupacea, o enebro de Siria, catalogado por la Comunidad de Madrid como árbol singular. Su senda botánica incluye desde hayas rojas a arbustos cotizadísimos, como Abelia triflora y Kolkwitzia amabilis.

Otra de las peculiaridades distintivas de este parque madrileño es su rico entramado hídrico. Desde lo que fuera la Fuente del Berro, hoy en desuso y pegada a la zona superior y occidental del parque, se desarrolla un relato de estanques, fuentes, cascadas de rocalla y rías que, en su origen, abarcaba hasta la zona inferior del parque. Allí iban a dar las aguas, hasta un lago con isla central que se extendía sobre una explanada.

Esta lámina de agua, que desapareció hace unas seis décadas tras ser cubierta con tierra, es la que el proyecto de Isabel Guerrero se planteaba recobrar mediante un estanque en forma de riñón, de 2.483 metros cuadrados, una isla lateralizada y una pequeña fuente en su interior.

Para ahorrar el traslado de la masa de arena que ciega el vaso del antiguo lago, su proyecto preveía crear un talud ajardinado con lilos, chopos y arbustos Albitzia julibrensis, que lo perimetraría con una pendiente de un 1,3%. El proyecto conseguía así ampliar el ámbito de la pantalla antirruido que, a lo largo de 350 metros, apenas guarece hoy el parque del estruendo del tráfico que surca la M-30. Pero, sobre todo, el proyecto despejaba la contaminación visual circundante en esta zona oriental del parque, con una pantalla vegetal de árboles y arbustos formada por el talud ajardinado. El lago, de profundidad menor de 55 centímetros, rubricaría en su extensa mansedumbre el cantarín discurrir de las aguas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_