Cristiano desencantado
Cristiano, creyente, ciudadano del mundo y por desgracia desencantado de la jerarquía de mi Iglesia. Cada día, cuando abro la prensa, me siento más lejano de la cúpula eclesiástica.
No sé si llegará el día en que los obispos sean capaces de ocuparse, en primera instancia, de los problemas graves que está pasando el mundo, del porqué del desencanto de los católicos, de por qué las iglesias cada día están más vacías, de paliar las necesidades de los miles de personas que están realizando a pie de obra la misión de ayuda en todo el mundo y que llevan o no una cruz colgando del cuello.
Pero no, es más importante para la mayoría hablar del plan Ibarretxe, definir como epidemia la homosexualidad, criticar la difusión de preservativos por el mundo y justificar que uno de sus miembros se reforme un palacete modernista en Barcelona.
A todo esto también tienen derecho como ciudadanos, pero a lo primero tienen obligación como obispos.