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Columna
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Un eje cultural

Yo no comparto la confianza de algunos periodistas sobre los efectos de ese eje cultural que ha surgido en Alicante en los últimos tiempos. Que unas cuantas instituciones hayan instalado sus escenarios culturales en las proximidades de la fachada marítima de la ciudad es, sin duda, un fenómeno curioso. Sobre todo, porque se ha producido de una manera natural, sin que mediara ninguna clase de planificación municipal. El primer organismo en establecerse fue el Aula de Cultura de la CAM. Al Aula se habrían sumado, con posterioridad, la sala de exposiciones de Bancaja, la Lonja del Pescado, la Sede la de Universidad y, más recientemente, el Museo Provincial de Bellas Artes. Está previsto que, en un futuro próximo, se instalen en la zona el Colegio de Arquitectos y el Instituto de Cultura Gil Albert, que rehabilitará un edificio de la calle San Fernando.

No cabe duda de que el suceso tiene la suficiente importancia para convertirse en noticia periodística, sobre todo en una población como Alicante, tan abandonada en cuestiones urbanas. Ahora, que se haya formado ese eje, no quiere decir que el clima cultural de la ciudad haya experimentado una mejoría. Al menos, ésta no se ha producido de un modo evidente. Cuando uno analiza la actividad cultural de Alicante y la compara con la de años atrás, observa que es de una parecida intensidad. La presencia de estas instalaciones no ha supuesto un cambio cualitativo importante. La excepción quizá la constituya la Sede de la Universidad, que desde sus comienzos se convirtió en un precioso foro de discusión sobre temas de actualidad. Lo más asombroso es que esto se consiguió con un presupuesto muy limitado, lo que quiere decir que se ha trabajado con inteligencia.

Por el volumen y la calidad de su programación, el Ala de Cultura de la CAM ha tenido un peso considerable en la vida cultural de Alicante, desde hace muchos años. Muy lejos de su mejor época, el Aula aún programa hoy actividades de interés, aunque lo haga casi siempre con la vista puesta en la asistencia del público. Es, qué duda cabe, una línea respetable, aunque a uno le parezca demasiado ligada a la política comercial de la institución.

En cuanto a las exposiciones que suelen exhibirse en este eje cultural, digamos que son todas ellas de una relativa calidad. En cualquier caso, se encuentran muy alejadas de las que acostumbran a realizarse en capitales vecinas, que resultan de mayor entidad. La excepción podría ser Bancaja si no presentara, a menudo, una línea errática y tan falta de definición. La sala de exposiciones de la CAM permanece cerrada de manera casi permanente, por lo que nada se puede decir de ella. Sus directivos decidieron hace tiempo que les convenía más realizar estas actividades en Valencia o en Barcelona, donde la inversión económica obtiene mayor rentabilidad.

Sin director conocido, la sala de la Lonja del Pescado, de propiedad municipal, mantiene una actividad vacilante desde sus inicios. Alterna muestras de un cierto interés con otras sin ningún valor, cuando no se dedica a usos sociales. Un verdadero galimatías. El Museo Provincial de Bellas Artes (MUBAG) es, tal vez, el espacio más desaprovechado de Alicante. Sorprende comprobar cómo, varios años después de su inauguración, sus responsables no han logrado crear una línea de exposiciones coherente, ni han aprendido a montar una exposición.

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