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Columna
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Parques y jardines

El proyecto de un centro de ocio acuático de 970.000 metros en Valdemoro "cuenta con la complicidad del Ayuntamiento", más claro, agua, pensé al leer el titular del suplemento de negocios de un diario de la capital. "Cómplice", leo en el diccionario que tengo más a mano: "Persona que sin ser autora material de un delito, o falta, coopera a su realización mediante actos anteriores o simultáneos". Seamos piadosos y pensemos que ha sido un lapsus del redactor, que confundió complicidad con beneplácito, uno de esos fallos que los periodistas achacamos siempre, y no siempre con razón, a las urgencias inherentes al oficio de hacer prensa diaria, aunque en este caso se trate de un suplemento semanal de páginas asalmonadas, color que debe de ser el del dinero, porque algunos periódicos lo usan como fondo de sus páginas de negocios, inversiones y finanzas, quizás para que podamos tirarlo directamente a la papelera los que no podemos hacer negocios ni invertir nada porque nuestras finanzas no nos lo permiten.

No volveré a hacerlo, porque la lectura casual de este reportaje me ha resultado amena a la par que instructiva, y gracias a ella ahora sé distinguir entre un centro de ocio normal y el concepto de diveland, que, según el citado suplemento, una empresa pionera y "propietaria de la ocurrencia" pretende importar a Madrid con la "complicidad" del Consistorio de Valdemoro, "que no desea que el municipio se convierta en una simple ciudad dormitorio y busca proyectos urbanísticos que den riqueza".

Puerto Madrid, que así se llama la diveland soñada, se presenta, pues, como una iniciativa urbanística que tendrá "consecuencias residenciales" y se supone que revalorizará, encarecerá, los precios de las viviendas que se construyen o proyectan en el municipio, empeñado en incrementar su censo de durmientes. El suelo del municipio no se agotará con estas operaciones, "ni mucho menos" subrayan "fuentes cercanas a la Concejalía de Urbanismo", "a pesar de los cuatro millones de metros cuadrados que están protegidos y en los que no se podrá promover nunca", subraya el periodista con un deje de pesadumbre ante tanto despilfarro. A las singulares atracciones acuáticas y marítimas del oceánico proyecto se une "una oferta seca extraordinariamente amplia", con "un village y un centro de outlet", mercadillo de ocasión de prendas fuera de temporada de grandes marcas.

La diveland linda, literalmente, según una infografía del diario, con esos cuatro millones de metros cuadrados improductivos que forman el Parque Regional del Sureste, pero yo no comparto el pesimismo de mi colega, eso de que allí no se podrá "promover" nunca, está por ver; con un poco de suerte, si los planes lúdico-urbanísticos de los audaces promotores se desarrollan a tope, el parque natural irá cediendo ante el parque empresarial, porque no hay entorno que resista la presión de 13.000 plazas de aparcamiento, un gran centro comercial, un club hípico, un campo de golf, más el outlet, el village, varios minicines, e innumerables chiringuitos franquiciados, más el citado centro de ocio acuático, que, según otra infografía más explícita, apenas ocupará el 20% del millón de metros cuadrados de Puerto Madrid.

Pero tan optimistas previsiones chocan frontalmente con la crisis, cuando no la quiebra, véase Tierra Mítica, de los parques temáticos. Muy cerca de Valdemoro, el flamante emporio de la Warner acaba de recibir una inyección de dinero comunitario -nuestra Comunidad, nuestro dinero-, probablemente a fondo perdido, para superar sus problemas. La coartada lúdica, deportiva, incluso cultural de este tipo de establecimientos facilita los trámites, procura subvenciones y exenciones a los promotores de nuevos centros comerciales y favorece oscuras recalificaciones y especulaciones inmobiliarias a corto o medio plazo, según la supervivencia del invento; si fracasa, se construyen chalés. Sólo hay que echarle un poco de imaginación al asunto y encontrar los cómplices adecuados. El proyecto de edificar, en un lugar sin especificar de La Mancha, un parque temático para honrar a Don Quijote en su cuarto centenario, que yo pensé como gag humorístico, amenaza con hacerse realidad: alguien ya ha propuesto seriamente dedicarle una diveland al ingenioso hidalgo, y nadie se ha reído.

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