Excrementos caninos
El día 31 (año nuevo, vida nueva, aunque algunos no la merezcan) paseaba con mi mujer por nuestro barrio (Andrés Mellado con San Francisco de Sales) cuando presenciamos un hecho mágico, sin prestidigitación ni truco alguno. Dado que soy invidente, debo obligadamente remitirme al relato pormenorizado de mi esposa: un perro muy simpático que andaba tras su amo suelto, sin correa (me refiero al perro), comenzó a olisquear en la acera, muy cerca de nosotros y, deteniéndose, comenzó a expeler un buen trozo del cerebro de su amo, quien, mirando al cielo, siguió su marcha matutina sin inmutarse. Ni siquiera cuando mi mujer le dijo "muy bien, muy bonito" accedió a mirarnos. Se ve que está acostumbrado al aplauso.
Casi a diario debo entrar en mi casa con los zapatos en la mano, a fin de no desparramar tanto cerebro. ¿Cuándo será el momento en que las autoridades municipales le metan mano seriamente a este tema que afecta a la salud pública? Quiero también dejar constancia de que me gustan los perros, y de que requieren la necesaria atención que mucha gente no les presta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.