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SOMBRAS NADA MÁS | José Luis Gómez, actor, director de La Abadía

Este chico era un torbellino

Juan Cruz

La noticia. Monta de nuevo Azaña, una pasión española, que estrenó en el año 1980. Será el 27 de enero, en el teatro Español. Nació en Huelva, hace 63 años. Hablamos en la rotonda del Palace. Pide poleo; es el atardecer; cuando se sienta a hablar dice: "Muy bien este hotel, vamos a sentarnos como si fuéramos ricos". Éste es su autorretrato.

Infancia. "Era bajito, y era un torbellino; me movía tanto acaso para llamar la atención. Supongo que estaba estupefacto ante el mundo... Lo que me hizo ilusión muy pronto era aprender a nadar mejor que mi hermano mayor... Y si miro por una ventana de aquel tiempo veo una calle que conduce a un mercado, oigo voces, '¡A gorda el taco!', gritaban los vendedores de jabón... Recuerdo cuando aparecía el carro de los perros, y aunque mi perrillo no lo había visto, parece que lo olía, y corría a esconderse en lo más recóndito de la casa. Mi perro se llama Kim, como el personaje de Kipling".

Actuar. "No sé si nací para ser actor... Podía haber sido médico, internista o algo así; de hecho, tengo un hijo que es neurocirujano. Se llama Philip y es alemán... Creo que supe que iba a ser actor a los 11 años; un amigo de mi padre me enseñó la Canción del pirata, de Espronceda, y un poeta, Luis Chamizo, me hizo recitarla sobre una mesa; cuando me di cuenta de que no sentía timidez, acaso sentí que podía ser actor...; había como una corriente eléctrica que luego he sentido siempre al actuar, un secreto poder que no es mío, que viene de otro sitio, y que he sentido con Shakespeare, con Calderón, con Lorca".

Los padres. "Ah, mis padres... Mi padre era sencillo pero no simple; era hotelero, muy modesto. Muy generoso, muy liberal. Mi madre se preocupaba por las cosas concretas de los hijos. Me compró un piano para que estudiara música, y me mandó a Suiza, para que estudiara francés. Se llamaban Francisco y María Antonia. Tuve una suerte extraordinaria con ellos".

El carácter. "A veces tiene que venir el espejo para verte, y a veces te reservas... Pero esa época ha pasado, como si hubiera habido una necesidad inconfesa de ocultarme que se ha liberado al fin; ahora creo que voy al encuentro de los otros. ¿Y qué les doy? Hay que darles mucho del propio tiempo. Soy perfeccionista, por la inseguridad. Ahora soy menos inseguro; en todo caso, no lo oculto, la confieso. Me siento más que nunca abierto al soplo de las cosas no controladas".

Las décadas. "Hasta los 10 años, estupefacción. Hasta los 20, tanteos frente al mundo. Hasta los 30, soy una esponja; es el tiempo de Alemania. Hasta los 40, la época española; me siento extraño, me centro en mi trabajo, con un objetivo: ser profeta en mi tierra. Hasta los 50, artísticamente fértil, mucha madurez, y la sensación de que debo corregir un defecto: le he dedicado poco tiempo a los que me rodeaban...".

Alemania. "Me dio una visión del teatro como arte, una herida que no se cierra, una indagación del hombre a través de lo lúdico. Fue un esfuerzo muy grande: el idioma, la cultura, la exigencia".

Azaña. "Una vez le pregunté a alguien por qué me atraía tanto el personaje de Azaña, y me dijo: 'Porque era tan perfeccionista e iracundo como tú...'. Lo que me fascina de él es la gloria de poner en palabras tan vinculadoras conceptos políticos como convivencia o tolerancia... La vida política española se ha vuelto muy antagónica; se ha vuelto a las dos Españas de las que habla Santos Juliá, y Azaña nos lleva 'a la zona templada del espíritu".

Una palabra. Empatía. Un libro. Meditaciones, de Marco Aurelio. Una obra de teatro. Edipo rey, de Sófocles. Una ilusión. "Lo que me produce felicidad es cuando veo consuelo en la desdicha de otro".

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