El Valencia impone su ley

El Valencia impuso su ley: la de quien aprovecha como pocos los errores del contrario. En este caso le bastaron un fallo de Rivera al perder el balón, y otro del árbitro, al concederle al cuadro local un gol que no era. De eso vivió el Valencia ante un Levante que sorprendió en su visita liguera a Mestalla 40 años después. Como ya advirtió en el Bernabéu, pese a la goleada recibida, o en el Camp Nou, resultó un equipo interesante. Tanto por su capacidad para defenderse, como por la facilidad para incoporarse al contraataque, veloz y elegante. La relación entre Rufete y Jesule se convirtió en una metáfora de lo que les sucedió a sus respectivos conjuntos. El extremo Rufete empezó el encuentro desbordando con claridad a su rival, aprovechando la baja a última hora de Harte, pero terminó la primera parte acomplejado ante la determinación del central levantinista que ayer hacía las veces de lateral izquierdo. Con alguna patada de más, es cierto. Pero al Levante le ocurrió algo parecido. Comenzó superado por la mayor musculatura del dueño de Mestalla, pero acabó el primer tiempo con una victoria anímica. Sacó brillo a sus buenos lanzadores -Rivera- y, sobre todo, a sus rapidísimos extremos. Tanto Roger, más veloz que Curro Torres, como Ettien, más potente que Moretti, supusieron una amenaza constante desde las bandas. Que desactivó casi siempre el central David Navarro. Con su rigor defensivo, el joven central dificulta el regreso esperado de Ayala.

Sensible a las duras críticas por sus últimas propuestas de fútbol metalúrgico, Ranieri optó por la senda creativa que inició ante el Espanyol. Aunque fuera a costa de perjudicar a uno de los principales artistas: Aimar, que se fue al extremo izquierdo para que Fiore ocupara la media punta. El esfuerzo de Aimar para adaptarse a esa posición fue notable, pero también un desperdicio de talento. No era feliz por la banda y cuando se marchó al centro nacieron las mejores acciones del Valencia: una excelente pared con Baraja al primer toque que pifió Mista en el tiro final. Eso sí, esta vez Ranieri no se atrevió a sustituir a Aimar, tras la bronca que recibió por hacerlo en el último encuentro en Mestalla.

Schuster, desde la grada, tenía motivos para estar satisfecho. Nada cambió tras el descanso como advirtió de inmediato Ettien al fumarse a Moretti. A continuación fue Jofre quien dribló a Curro Torres. El Levante ya se había dado cuenta de que podía ganar el partido. El Valencia empezó a sufrir y a correr tras el balón. Lo que en cualquier otro equipo sería sería una señal nefasta. Pero no en el cuadro de Ranieri, que suele resurgir cuando menos se le espera.

Rivera, el jugador granota con más clase, escenificó la muerte del Levante. Se embriagó de éxito. Recreándose en el manejo del balón, en su superioridad técnica, perdió la pelota en terreno minado. El Valencia montó un ataque con mucha gente, Mista abrió el juego a la derecha, Rufete amagó varios segundos infernales para Jesule, que mordió el polvo, y el magnífico centro del extremo lo cabeceó picado a gol Baraja, que llegaba, cómo no, al segundo palo. El gol fue muy contrario al sentido del juego, pero sí hubo justicia con un futbolista en un gran estado de forma: Baraja, que sumó su quinto tanto en la Liga.

El golpe fue muy duro para el Levante. Sobre todo porque, poco después, el árbitro conceció erróneamente un tanto de Mista que no había atravesado la línea de gol. Desde el palco, el presidente del Levante, Pedro Villarroel, decía que no con el dedo índice, que no era gol tras verlo por televisión. No se dio Schuster por vencido y dio paso a Nacho y a Congo como revulsivos. Lo fueron. El centro de Ettien, que superó por enésima vez a Moretti, lo remató a gol el colombiano Congo. Resucitó el Levante y al Valencia le entró el miedo en el cuerpo. Y sólo respiró al final de un verdadero derby que inicia, ahora sí, una apasionante rivalidad.