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AL VOLANTE | PRUEBA
Columna
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Refinado y manejable

A pesar de su línea monovolumen, el FR-V tiene una posición de conducción más baja de lo habitual en estos coches y muy similar a la de un turismo. Sin embargo, cuesta encontrar la postura idónea porque el asiento no se puede retrasar mucho y queda un espacio justo para las piernas si se mide más de 1,80 metros. Además, la banqueta de la butaca es corta y sujeta poco en las curvas. Pero dejando aparte estos detalles, más o menos subjetivos según los gustos personales, es un coche de tacto y mecánica refinados que se conduce con agrado y destaca por su calidad de conjunto.

Ágil y estable

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Seis plazas con el tamaño justo

Aunque el FR-V tiene seis asientos individuales en dos filas, las medidas externas no son muy voluminosas y facilitan la conducción. Así, la combinación entre una longitud y altura comedidas y una buena anchura aporta un centro de gravedad más bajo de lo normal en los monovolúmenes. Y esta solución reduce el balanceo lateral sin tener que recurrir a unas suspensiones con muelles duros -siempre más incómodos- para sujetar las inercias de la carrocería en las curvas y conseguir un buen comportamiento dinámico.

El resultado es una buena estabilidad en todos los trazados, con bastante aplomo en zonas rápidas y una agilidad correcta en zonas viradas. No parece un monovolumen porque se conduce casi como un turismo: es muy manejable tanto en ciudad como en carretera, obedece con precisión a la dirección en los virajes y da sensación de dominio y seguridad. Y lo importante es que lo logra manteniendo un confort de marcha notable que permite viajar relajadamente. Sólo acusa algunas reacciones nerviosas cuando se pasa sobre un bache en plena curva, pero por lo demás, los frenos y el ABS paran con rapidez manteniendo siempre el equilibrio, y el control de estabilidad ESP de serie actúa cuando de verdad se necesita.

Un motor silencioso

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La versión superior del FR-V monta un motor 2.0 16v. de gasolina muy avanzado. Tiene 150 CV y va unido a un cambio manual de seis marchas con la palanca en la consola que funciona con rapidez y precisión. El conjunto responde con elasticidad desde bajo régimen, es muy progresivo y sube de vueltas con alegría. Y aporta unas prestaciones correctas que permiten afrontar cualquier viaje a buen ritmo. Pero aunque adelanta y sube bien, incluso con mucha carga, se echa de menos la fuerza de los turbodiésel, que se puede compensar estirando las marchas y apurando más el motor: llega sin esfuerzo hasta 6.500 vueltas.

Sin embargo, esta solución se refleja en el consumo, que varía bastante según cómo se conduzca. A ritmos suaves apenas pasa de ocho litros, pero tanto en ciudad como sobre todo en conducción deportiva puede superar los 12. Por lo demás, aunque el motor es silencioso y no vibra, el FR-V presenta algunos ruidos aerodinámicos y de rodadura mejorables.

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