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Tribuna:Francia | NOTICIAS
Tribuna
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Entre el arte y la historia

¿CÓMO LLEGAN los libros a nuestras manos? Sin duda por culpa de los editores, que son quienes nos los proporcionan, aunque en primer término lo sea por sus autores, que no son lo peor de esta historia (Mario Muchnik dixit) sino lo menos malo, algo que desde luego no habrá que buscar entre los lectores, que hacemos lo que podemos, leer, que ya es bastante. Las culpas andarán siempre por otros pagos, seamos claros, hay que decirlo ya de una vez, por los del dinero, que todo lo corrompe, autores, editores, críticos y lectores, esto es, toda la literatura en su conjunto. Aunque algunas veces -pocas- cumpla con su función y así por ejemplo ha colocado en mis manos a André Malraux, tras haberles contado mi relectura anterior de las geniales Memorias de ultratumba (en la gran edición de Acantilado), de Chateaubriand, que fue en cierto modo uno de sus grandes maestros, pues pienso que, con el mismo empuje deslumbrante y quizá también con muchos de sus mismos vicios, errores y mentiras fue quien mejor le sucedió con sus Antimemorias (1967), que luego completó con otros cuatro textos posteriores para edificar su monumental El espejo de los limbos (1976), la cumbre de su obra autobiográfica, ya recogida en esta espléndida edición de Obras completas que en su texto original nos está proporcionando la mítica Biblioteca de la Pléyade, uno de los raros reductos que le quedan a la literatura de verdad en este mundo global que todo nos lo falsifica, desde la política, la democracia y la economía hasta la literatura misma, que es la única conciencia de todo ello que nos va quedando.

En esta serie tan monumental, que ya está a punto de terminar (pues ya sólo falta el volumen sexto y final, que estará dedicado a los dispersos ensayos literarios, sus estudios por ejemplo sobre Laclos o Saint-Just y su testamento final, El hombre precario y la literatura), acabo de conocer estos dos más recientes y penúltimos volúmenes, dirigidos e introducidos espléndidamente por los siguientes colaboradores: el cuarto por el proustiano Jean Yves Tadié (editor de los cuatro tomos de En busca del tiempo perdido en esta gran colección e implacable biógrafo de Proust, que presenta entre otros textos Saturno, el destino, el arte y Goya (1950 y 1978), la monumental Las Voces del silencio (1951) y la trilogía de El museo imaginario de la escultura mundial (1952); y el quinto por Henri Godard, el experto en Céline (editor de los cuatro tomos de sus novelas en esta misma colección) y que ahora, con la misma excelencia, introduce, presenta y coordina la gran trilogía artística de Malraux, La metamorfosis de los dioses -Lo sobrenatural (1957), Lo irreal (1974) y Lo intemporal (1976)-, su gran testamento final que no hay más remedio que calificar de monumento editorial de primera magnitud. Todo ello, acompañado, en ambos volúmenes, de una serie de apéndices, prefacios, artículos e intervenciones, fragmentos, notas y cronologías, ayudados por una serie de colaboradores de la máxima relevancia también.

Bien, ya tenemos aquí todos los escritos sobre temas artísticos de André Malraux, que se ocupó sobre todo de ellos en la segunda parte de su vida, cuando rompió con sus veleidades revolucionarias anteriores que le llevaron desde un dandismo vanguardista juvenil hasta actividades cercanas a anarquistas y comunistas en la guerra de España y publicar algunas novelas con éxito creciente, que culminaron con el Premio Goncourt de 1930 a La condición humana, al gran panfleto republicano sobre la guerra española (en la que participó creando una temprana brigada aérea de apoyo al régimen legal) L'Espoir (1937), que daría lugar a su gran película Sierra de Teruel (1939), una de las obras maestras de la historia del cine, en la que colaboró nuestro gran Max Aub. Terminada nuestra Guerra Civil, regresó a Francia donde participó tardíamente en la Resistencia contra la ocupación alemana, y terminó comprometido en las filas del gaullismo, donde acabó, dadas sus especiales relaciones personales con el general De Gaulle, como su estrecho colaborador, ministro de Cultura y testigo excepcional durante todo su mandato que desembocó en la Fundación de la V República francesa, todavía en vigor pese a múltiples vaivenes.

Todo esto fue la superficie, pues, dados sus bandazos ideológicos, la figura de Malraux, odiada por sus antiguos compañeros comunistas y similares -sólo los viejos republicanos españoles le fueron fieles, como Max Aub o José Bergamín, con quienes siempre se llevó bien-, tampoco fue nunca demasiado de fiar para la derecha francesa, pese a la sombra protectora del general De Gaulle, y su persona y su obra fueron siempre muy polémicas y discutidas, como puede verse en su última biografía no tan sólo "anticanónica" sino perfectamente injusta de Emmanuel Todd, Malraux. Una vida, que entre nosotros publicó Tusquets con cierto éxito hace pocos años.

Todd apenas trata la obra que Malraux dedicó a temas artísticos, que le ocupó durante casi toda su vida -su primer trabajo es de 1927- y sobre todo en su etapa final de después de la segunda gran guerra, donde llegó a compaginarla con sus actividades como agitador político y ministro de De Gaulle, cuando llegó a publicar obras maestras como su ensayo sobre Goya ("con él empieza la pintura moderna", su preferido con Rembrandt, que inició la etapa "laica" de Lo irreal), y sobre todo esa obra maestra deslumbrante y caótica que fueron Las Voces del silencio, que con su comparatismo exacerbado desconcertó y rindió a sus pies a todo el mundo profesional, críticos, historiadores y profesores (Todd sólo cita en serio las reservas de Gombrich, pues todos los ataques posteriores no fueron más que panfletos ad hominem). Malraux no fue ni quiso ser un crítico, ni profesor, ni historiador, sino un comparatista total, hombre y viajero de una cultura universal, que hablaba de lo que veía, contemplaba y describía con inusitada brillantez, creando a base de reproducciones (influjo de Benjamín, pero a favor en lugar de en contra) un "museo total e imaginario", donde formas artísticas, contenidos, filosofías y religiones danzan frente a nuestros ojos. Creó a través de la invención de El museo imaginario y del concepto de Metamorfosis (o transformación y evolución de las formas), toda una visión total de la historia, que culminó, tras la trilogía El museo imaginario de la escultura mundial en el resumen final de su gran legado de Las metamorfosis de los dioses -Lo sobrenatural (lo religioso), Lo irreal (lo laico) y Lo intemporal (el arte independiente del tiempo)- que al final le condujo al budismo, al ingenuismo haitiano y lo dejó varado en el mundo de lo audiovisual. Dejando aparte su escritura deslumbrante, su visión del mundo es fascinante, seductora y muestra cómo este encantador de serpientes dejó de ser un autodidacta para convertirse en el maestro que llegaría a ser para siempre, llegando a traspasar la muerte con un destino que lo separó y dejó indemne para la eternidad.

André Malraux: Écrits sur L'ART (Oeuvres complètes, IV-V). Bibliothèque de la Pléiade. Gallimard. París, 2004. XC+1.590 y LXXIV+1.780 páginas, respectivamente. 67 y 73 euros cada uno.

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