_
_
_
_

El escritor Jean-Baptiste Andrea, ganador del premio Goncourt: “Ya nadie nos enseña a ver lo bello, el cerebro humano solo ve oscuridad”

El autor francés ganó contra pronóstico la distinción más importante de las letras francesas con ‘Cuidar de ella’, una historia de amor imposible entre un escultor y una aristócrata ambientada en la Italia del fascismo

El escritor Jean-Baptiste Andrea, en Cannes (Francia) el pasado 23 de mayo.
El escritor Jean-Baptiste Andrea, en Cannes (Francia) el pasado 23 de mayo.Laura Stevens
Álex Vicente

Desde las colinas de Cannes casi no se escucha el rumor del festival de cine de la ciudad, que llegará a su fin en pocas horas. En la terraza de un hotel del barrio donde creció, con vistas sobre la bahía que enamoró a Picasso y a Bonnard, Jean-Baptiste Andrea (Saint-Germain-en-Laye, 1971) recuerda el día que le cambió la vida: la mañana de otoño de 2023 en que ganó, contra todo pronóstico, el premio Goncourt, el más importante de las letras francesas, tras una reñida votación en 14 rondas. Lo logró con su cuarta novela, Cuidar de ella (AdN), protagonizada por Mimo, un aprendiz de escultor de extracción pobre en la Italia de entreguerras, y por Viola Orsini, heredera de una prestigiosa familia que lucha contra la misoginia de su tiempo, con el ascenso de Mussolini como telón de fondo.

Andrea se marchó de Cannes a los 18 años. Volvió a instalarse en la Costa Azul hace dos, después de vivir en París, Londres y Los Ángeles, ciudades donde trabajó como director y guionista de películas como Big Nothing, con David Schwimmer (alias Ross Geller en Friends). “Me acabé dando cuenta de que solo podía vivir aquí. Hasta que llegué aquí mi vida era en blanco y negro. A partir de Cannes, mis recuerdos son en tecnicolor”, afirma el escritor, que se dice “mediterráneo hasta la médula”. Por parte de madre, desciende de ibicencos trasmutados en pieds-noirs, como se llamó a los argelinos de origen europeo que vivieron en el norte de África en la etapa colonial. Su familia paterna es italiana. “Llevo esos orígenes escritos en la cara, pero no sé mucho de ellos”. De ahí surge un libro que presentará esta semana en Madrid y Barcelona.

Pregunta. Tiene una trayectoria atípica: no debutó como novelista hasta los 47 años. ¿Qué le llevó a convertirse en escritor?

Respuesta. Quise hacer realidad un sueño de infancia. En mi familia no había autores ni artistas —mi padre trabajaba en una inmobiliaria y mi madre era profesora de inglés—, pero yo he querido ser escritor desde los nueve años. Mis padres eran grandes lectores, pero que me dedicara a esto no entraba en sus planes: forman parte de la generación de la posguerra, esa que tuvo una fe ciega en el ascenso social y para la que dedicarse al arte implicaba un riesgo de desclasamiento. Creían que acabaría viviendo bajo un puente. Hice estudios prestigiosos para complacerles, pero no me interesaron. Mi camino pasaba por la escritura.

P. Es interesante, porque su novela habla, en el fondo, de la idea de la vocación.

R. Todos mis libros tratan de este tema. Mi segunda novela hablaba de un paleontólogo que intentaba averiguar si una leyenda popular sobre un dragón enterrado bajo un glaciar en la frontera entre Francia e Italia era cierta o no. Era un libro sobre los sueños, sobre si vale la pena perseverar para hacerlos realidad, incluso en circunstancias adversas. Mis libros reflexionan sobre la naturaleza del éxito. ¿Reside en los logros tangibles, como ganar el Goncourt, o más bien en el hecho de no renunciar a tus convicciones? Yo creo que es lo segundo: el reconocimiento ajeno puede desaparecer, pero el orgullo de no haberse rendido siempre perdura.

P. ¿Cómo acabó de director y guionista en el cine en inglés?

R. Me parecía un oficio más accesible que la literatura, que me intimidaba más. En 2017, cuando publiqué mi primer libro, me di cuenta de que el cine había sido un desvío inconsciente que me había enseñado a escribir. Me orienté hacia Inglaterra y Estados Unidos porque mi imaginario no acababa de encajar en el modelo francés. Entonces lo que estaba de moda era el cine social: personajes que fumaban un cigarro por la ventana mientras soñaban con tener un ménage à trois. A mí me decían que lo que escribía era “demasiado original”, sin duda un eufemismo, o que mi imaginario “no era muy francés”. Convertí esos supuestos defectos en virtudes.

“Los lectores echan de menos lo novelesco. Si no se lo damos a través de la novela, lo encontrarán en otro lado, como en las series de televisión”

P. El corriente dominante en la literatura francesa es el testimonio autiobiográfico y la autoficción. ¿Propone con sus libros un regreso a lo novelesco?

R. Los lectores echan de menos lo novelesco. El deseo humano de escuchar a alguien que le cuente historias no ha desaparecido. Hay algo sagrado en esos relatos desde los tiempos en los que inventamos el fuego. Sentimos la necesidad de contemplar destinos heroicos y excepcionales, de estar rodeados de historias que nos hablen de destino y redención. El lector siempre buscará eso. Si no se lo damos a través de la novela, lo encontrará en otro lado, como en las series de televisión. En la literatura contemporánea, hay demasiado “yo, yo, yo”. Y es un yo que, muchas veces, no logra alcanzar al otro. Alguien que solo habla de sí mismo, que enumera cosas horribles que le han pasado, hace que te digas: “Vaya, pobre, qué duro”. Pero eso es todo. Hay demasiadas novelas que solo hablan de sus propios autores y que no logran alcanzar lo universal.

P. Usted habla de sí mismo, solo que usando la voz de sus personajes. ¿Se ve más como Mimo o como Viola?

R. Los dos personajes reflejan diferentes aspectos de mí. Me siento más como Mimo, torpe pero deseoso de mejorar. Viola encarna lo que me gustaría ser: una inteligencia superior y fuerte. Asocio más la inteligencia a las mujeres que a los hombres, ya que ellas suelen enfrentarse a desafíos más difíciles. Mi madre y mi esposa son ejemplos de mujeres fuertes que me han hecho mejor persona.

P. El motor vital de Mimo es la venganza. ¿Y el suyo?

R. No siento tanto ese deseo de venganza, pero es cierto que puede ser un motor cuando no tienes éxito. Cuando las cosas te van bien, dejar de pensar en lo que no funcionó y en los idiotas que te encontraste por el camino. Solo me he vengado de una persona: un chaval de mi colegio que atormentaba a un niño epiléptico. En mi primera novela, alteré ligeramente su nombre para convertirlo en un abusón de patio de recreo que recibe una paliza virtual…

El escritor Jean-Baptiste Andrea, en Cannes (Francia) el pasado 23 de mayo.
El escritor Jean-Baptiste Andrea, en Cannes (Francia) el pasado 23 de mayo.Laura Stevens

P. Cuidar de ella también es un libro sobre sus orígenes italianos. ¿Qué representa Italia para usted?

R. Es una herencia un poco invisible. Mi padre no hablaba nunca de esos orígenes. Tampoco los ocultaba, pero esa generación hizo todo lo posible para olvidar de dónde venía. En mi caso, es lo contrario: estoy muy orgulloso de esas raíces mediterráneas. Pasé mucho tiempo con mi abuela Eulalia, nacida en Ibiza, a la que apenas entendía cuando hablaba en francés. Ser mediterráneo es ser sincero, generoso, humilde, modesto y trabajador. Nunca lo había dicho así y no sé si son las palabras correctas, pero son las que me vienen a la mente.

P. El modelo de asimilación en Francia fue violento con los inmigrantes: debían olvidar de dónde venían y qué lengua hablaban para convertirse en franceses.

R. Sí, e incluso con bretones, corsos, vascos y occitanos. La idea de la lengua común no era mala, pero se aplicó de una forma excesiva, y podría haberse impuesto sin erradicar las particularidades y la riqueza cultural de cada uno. Italianos y españoles fueron víctimas de eso. Yo creo que hay que estar orgulloso de esos orígenes. Me interesa mucho el caso español, la llegada a Francia de miles de personas que huían del totalitarismo. Me gustaría escribir un libro sobre la dictadura, pero no sé si me atreveré algún día. Me fascina la llegada de Franco al poder, y la velocidad a la que se olvida, en nuestro tiempo, un régimen que duró 40 años y que terminó no hace tanto…

P. Este no es un libro sobre el ascenso del fascismo en el siglo XX, pero usa ese episodio histórico como telón de fondo. En el contexto actual, no debió de ser una casualidad…

R. Sí, estamos al borde de un regreso de la extrema derecha. No debería sorprendernos: a estas alturas ya sabemos que la historia tiende a repetirse. La pregunta es si todavía lo podemos detener o no. ¿La historia solo puede avanzar a través de estas crisis? ¿Tenemos que pasar necesariamente por ahí para salir adelante? Yo creo que aún podemos resistir…

P. ¿Cómo resiste usted?

R. Militando en el día a día, sin resignarse a callarse, alzando tu voz por las causas que te importan. No sé si eso es suficiente para cambiar las cosas, pero esos partidos extremistas están donde están porque han hablado en voz alta y han hecho que lo inaceptable se vuelva banal en el discurso público. Sus ideas más horribles se han normalizado. Votar es importante, incluso si debemos votar a personas que no nos encantan, solo para evitar a fascistas o tiranos.

“Me fascina la llegada de Franco al poder, y la velocidad a la que se olvida un régimen que duró 40 años y que terminó no hace tanto”

P. ¿Se considera más de izquierdas que de derechas?

R. Soy un liberal moderado con una fuerte inclinación social. En Francia, me resulta difícil posicionarme políticamente. No puedo votar por la derecha por sus posiciones sociales, pero también tengo problemas con la demonización del dinero que practica la izquierda. Emmanuel Macron debería ser el punto medio, pero ha decepcionado. Nunca esperé demasiado de Macron, pero voté por él porque las alternativas eran aún peores.

P. Su libro no tiene miedo a buscar y describir la belleza, calidad infrecuente en tiempos de una literatura más desangelada.

R. Hemos desaprendido a ver la belleza. El cerebro humano ya solo ve oscuridad, debido a las imágenes que imperan en nuestro tiempo, las que nos muestran la televisión y las redes sociales. Todo es horror, todo es negro. Ya nadie nos enseña a ver lo bello. Es como ir al gimnasio y solo ejercitar un brazo, dejando el otro atrofiado. Eso es lo que nos ha sucedido. Yo defiendo la idea de exponerse a la belleza, al arte, a la música, y recordar que el mundo no es peor que antes, que todavía existen cosas bellas a nuestro alrededor. En el libro hay un contraste permanente entre luces y sombras, porque no se puede ver la luz sin oscuridad. Si enciendo una lámpara en pleno día, no la verás. Pero si lo hago en una habitación oscura, la cosa cambia. Ninguna vida es solo maravillosa o terrible. Tenemos el deber de ver lo hermoso.

P. En Cuidar de ella describe la escultura como un proceso de depuración. ¿Sucede lo mismo con la escritura?

R. Sí, cuando escribí ese capítulo pensaba en la escritura. He escrito un libro bastante largo, de 600 páginas, pero podría haber ocupado el doble. Lo he recortado sin cesar. Antes escribía con más rabia, pero ahora tengo más control y calma, lo que genera una escritura más depurada. Siempre empiezo mis novelas por el final. Dedico 10 meses a la estructura. Cuando tengo clara la estructura, sé que tengo la historia. Y luego escribo el libro bastante rápido, en solo unos cuatro meses…

P. Al haber tanta preparación, ¿después todo fluye?

R. Exacto. Estar bien preparado me permite escribir cuatro o cinco páginas al día. Cuando las tengo, paro. Lo que ha llegado a las librerías es casi igual que el manuscrito, un 90% idéntico al primer borrador. En Francia existe el mito de la inspiración, esa idea de escribir sin tener una estructura clara. Yo creo que, cuando escribes así, el libro se desmorona en la página 50 el libro. Como guionista, soy consciente de la importancia de la estructura. Se ve como algo vulgar, pero es lo que permite que la literatura emerja.

P. ¿Le parece ilógico empezar una novela sin saber cómo va a terminar, como hacen otros escritores?

R. Sí, hay demasiadas novelas que se escriben con improvisación, confiando en el “mira qué bien escribo”. Para mí, es absurdo. Las grandes sinfonías se componen siguiendo una estructura, con temas principales y secundarios, con armonías y orquestación. Uno puede escribir una buena historia improvisando, pero suele ser la excepción que confirma la regla. Me molesta ver a autores talentosos que, por pereza o desinterés, no ponen el esfuerzo necesario en la estructura. Yo digo que crear arte es como construir una casa: se logra a base de sangre, sudor y lágrimas.

Portada de 'Cuidar de ella', de Jean-Baptiste Andrea. EDITORIAL AdN

Cuidar de ella

Jean-Baptiste Andrea
Traducción de M. Dolores Torres
AdN, 2024. 456 páginas. 22,95 euros.
Vetllar

Vetllar per ella

Jean-Baptiste Andrea
Traducción de Mercè Ubach
Empúries, 2024
488 páginas, 22,95 euros

Puedes seguir a Babelia en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_