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Reportaje:CATÁSTROFE EN ASIA

"Era peor que el infierno"

Una española que estuvo desaparecida varios días cuenta el drama que vivió en la zona más afectada por el seísmo

"Imagínate el infierno. Pues era peor que eso". Antonia Paradela, una española de 42 años, se encontraba el pasado domingo cerca de la costa de la región indonesia de Aceh, la zona más afectada por el seísmo, donde las autoridades ya han contabilizado decenas de miles de muertos. Por paradójico que parezca, Antonia se salvó del maremoto porque cuando la catástrofe sobrevino ella se encontraba navegando. Después de pasar dos días incomunicada, pudo desembarcar en la isla de Sumatra, donde presenció escenas "apocalípticas".

Antonia se había ido a pasar unas vacaciones a la isla de Pulau Weh, cerca de las costas de Sumatra. Viajaba a bordo de un transbordador de regreso a Banda Aceh, una ciudad de 200.000 habitantes en la costa de Sumatra, cuando algunos pasajeros sintieron un ligero temblor. Subieron al puente y poco después vieron acercarse una ola y sintieron que el agua bajaba de golpe. Al parecer, como estaban en el mar, la ola no se rompió sobre el barco como lo hizo en la costa.

"Había cadáveres por todas partes, la mayoría con los brazos abiertos, todos hinchados"
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Cuando llegaron al puerto, se dieron cuenta de que la ciudad parecía arrasada y que todos los diques estaban destruidos. El capitán decidió dar la vuelta y regresar a la isla, que al ser más escarpada no había sufrido tanto del maremoto. Permanecieron allí dos días, incomunicados, hasta que decidieron viajar otra vez a Banda Aceh.

"Antes de llegar a la costa, todavía en alta mar, empezamos a ver cadáveres flotando junto con objetos de todo tipo. Luego llegamos a la desembocadura del río y desde allí caminamos hacia un barrio de pescadores. El barrio había sido arrasado y se veían cadáveres por todas partes, cadáveres en las ruinas, cadáveres y más cadáveres". Caminaron una hora hacia el centro y en todas partes se encontraron con las mismas escenas de desolación. Un gran barco volcado arriba de uno de los pocos edificios en pie. Tres coches empotrados en una tienda. Decenas y decenas de cuerpos, "muchos niños y bebés... La mayoría con los brazos abiertos... Todos hinchados, como obesos... Y el olor fortísimo".

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"Había muchos más cadáveres que gente viva, y los que vimos estaban como ausentes. Algunos buscaban a sus familiares entre los escombros, otros cargaban cuerpos. También parece que alguna gente, después de ver tantos cadáveres, ya pasaba. Vi a un hombre vender cigarrillos al lado de una mujer sentada en medio de la calle con sus niños muertos en brazos".

Dos días después del seísmo, las víctimas parecían abandonadas a su suerte. Cuando Antonia y su grupo atravesaron la ciudad, los supervivientes les pedían agua y comida. Ni rastro de socorristas. De camino al aeropuerto, protegidos por la policía que temía por su seguridad en este caos, vieron a un equipo de la Cruz Roja indonesia que juntaba a los cuerpos y excavaba fosas comunes "en un terreno grande como un campo de fútbol" para enterrarles.

Una vez en el aeropuerto, Antonia se encontró con un verdadero caos. Todos los que podían intentaban salir. "La mayoría eran indonesios de origen chino, que son los que más dinero tienen. Uno me dijo que había perdido a siete miembros de su familia e intentaba salir con otros nueve que habían sobrevivido". Después de una larga espera, Antonia pudo finalmente salir. Ahora se encuentra en Malaisia, esperando un vuelo para regresar a España.

Además de Antonia, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, anunció ayer que otro español, Ricard Rafols, había sido hallado en Tailandia. Otros 11 siguen desaparecidos en este país. Ayer un vuelo con una decena de españoles supervivientes salió de Phuket hacia Madrid.

El Gobierno español aprobó ayer el envío de 50 millones de euros en ayuda a los países afectados. El PP, por su parte, pidió la reunión urgente de la Comisión de Cooperación del Congreso de los Diputados para que sea todo el Parlamento español quien "articule un gran plan" de ayuda a los países afectados por el maremoto.

Javier, un turista español que se encontraba en la zona afectada, abraza a su madre tras aterrizar en Barajas.
Javier, un turista español que se encontraba en la zona afectada, abraza a su madre tras aterrizar en Barajas.EFE

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