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VISTO / OÍDO
Columna
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El hombre del año

Cuando se levanta, siente como si los invisibles habitantes del techo depositaran una carga insoportable en sus espaldas. Es verdad: el poder apenas humano, el ente social, le carga con la larga hipoteca, con el fin de mes que cada vez se aproxima más al principio; con el trabajo en una empresa donde puede haber un fascismo -un führer puede ser un capataz, un jefe de negociado; también un cónyuge áspero y dolorido-; y cada día oye rumores sobre reducción de personal, donde las horas extraordinarias se suprimen y los encargos especiales: y debe compadecer al pobre empresario que lo pasa mal. Y las noticias que avanzan sobre las subidas de tarifas para el año en el que se mete: colegios y teléfonos, metro y el tabaco por el que tanto le persiguen, pero que a veces es un alivio para su tensión humana. Puede ser una muchacha que va a decidirse a vivir con su chico, en un cuartucho lleno de ruidos y bichos, y se somete también a vejaciones en el trabajo y siente como si su anatomía, su biología le pidieran el hijo que no puede tener. No hablo de los héroes del año, a veces invisibles en su sacrificio civil, salvando vidas o dañándose o muriendo por otros: la persona del año -hombre, mujer- es la que se unce al carro, como un viejo buey aguijoneado cada segundo por su amo, y empieza a tirar de él hasta que vuelve al hogar, que a veces ni se puede llamar así, donde los apuros le esperan y enemistan a la pareja, o al cuarteto o quinteto que trata de convivir, y cada uno culpa al otro o a todos los otros.

Claro que para la revista Time -tan a la derecha como su colega Newsweek lo está a la izquierda- el hombre del año es Bush. Claro que para el diario El Mundo es José Luis Rodríguez Zapatero, y me proporcionaba ayer una sonrisa profesional al ver cómo gira desde que hacía las elecciones imposibles a este su hombre del año ocho meses después. Y así cada periódico, cada fundación, cada persona pone sus ojos de fin de año en los personajes míticos que nos han ido dando, que han creado para nuestra sumisión o nuestro desprecio. Para mí el hombre del año ha sido Aznar: pocos labran ellos mismos su ruina con tanto ahínco, con tanta perseverancia, con tanta ignorancia. Pero es puro mito, pura entelequia: el hombre del año es el que cava una zanja más en el portal de mi casa, o el que muere sin alcanzar la costa de España donde espera lo que no hay.

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