La segunda Copa Davis rompe moldes
La calidad de Carlos Moyà y la furia de Rafa Nadal, decisivas para responder al potencial de Andy Roddick en la final contra EE UU
Sí, el impacto visual y anímico que dejó la consecución de la segunda Copa Davis, a principios de este mes en Sevilla, resultó tan brutal que anuló casi por completo cualquier otro acontecimiento en la retina de los deportistas españoles que votaron para la encuesta de este periódico. Las 19 medallas que España había logrado en los Juegos de Atenas quedaban demasiado lejanas, diluidas ya en en un recuerdo vago, incapaz de competir con la imagen omnipresente que dejó el equipo español paseando la Ensaladera por Sevilla, Madrid, Mallorca, Barcelona... Incluso la despedida de una leyenda como el doble campeón mundial de rallies Carlos Sainz pasó casi inadvertida.
La final fue un espectáculo inolvidable. Sevilla se engalanó, construyó una pista capaz de albergar a 27.000 espectadores -un récord mundial en tenis- y no sólo la llenó, sino que la convirtió en el quinto jugador. Y fue allí, en aquel grandioso escenario, donde Carlos Moyà y Rafael Nadal escribieron su mejor obra. La final fue cosa de ellos dos. Y también, aunque más en la sombra, del G-3, el grupo de capitanes compuesto por Jordi Arrese, Josep Perlas y Juan Bautista Avendaño, que tomaron decisiones muy arriesgadas y las llevaron hasta las últimas consecuencias con un acierto incuestionable.
De ellos fue el mérito de sentar a Juan Carlos Ferrero en la jornada inicial para dar paso a un joven de 18 años que ya había asumido las responsabilidades que le habían dado en eliminatorias anteriores y llamado Rafa Nadal. No era un desconocido para nadie. Pero sentar a un campeón de Roland Garros y ex número uno para enfrentar al mallorquín, 51º del mundo, al primer jugador de Estados Unidos, el sacador Andy Roddick, resultaba cuando menos arriesgado.
"Ferrero no estaba en su mejor nivel y Nadal estaba dando un rendimiento espectacular en los entrenamientos", recuerda Arrese. Todo resultó tan controvertido que minimizó la primera victoria de Moyà ante el segundo jugador norteamericano, Mardy Fish. Sin embargo, aquel triunfo permitió a Nadal saltar a la pista muy tranquilo, sabedor de que una derrota no sería decisiva. El de Manacor salió con la fuerza de un toro y con la velocidad de un rayo. Vivo de reflejos, levantó al público tanto por su furia, por sus reacciones gesticulantes y emotivas, como, fundamentalmente, por la intuición que demostró al restar saques que le llegaron a velocidades de 233, 234 y 235 kilómetros por hora.
Aquello era impensable. Todo el potencial de Roddick, cuyo saque debía marcar la eliminatoria, quedó desarticulado ante un novato. No importó que el estadounidense ganara en el desempate la primera manga. Nadal iba lanzado y fue imparable hasta ganar por 6-7 (6-8), 6-2, 7-6 (8-6) y 6-2. Fue un triunfo inapelable que recibió incluso el aplauso deportivo y sincero de Roddick. Y resultó una derrota que pesó en la mentalidad y en las piernas del norteamericano, que no estuvo tan entero para afrontar su partido del domingo.
Sin embargo, nada de todo eso puede obviar la aportación de Moyà. La de Sevilla era su Copa Davis. El mallorquín no estuvo en la victoria de 2000, apeado del equipo a última hora por culpa de una lesión, y había convertido la adjudicación de la Ensaladera en una obsesión personal. La había rozado ya el año pasado en la final de Australia, donde la hierba acabó por pasarles factura. Pero en la quinta final de la historia del tenis español, el balear no falló.
Ganó con una solvencia incuestionable a Fish el viernes y el domingo remató su obra frente a Roddick demostrándole que, en tierra batida y al nivel del mar, su saque no le hacía daño. Desprovisto de esa arma, el estadounidense se hundió ante la calidad de un Moyà genial con su drive y capaz de amagar sus dejadas, sus globos y la dirección de sus golpes. Estados Unidos se fue de Sevilla con el rabo entre las piernas y habiendo ganado solamente el punto del doble con unos hermanos Mike y Bob Bryan intocables para la improvisada pareja española Juan Carlos Ferrero-Tommy Robredo.
El éxito español fue brutal, histórico y rememoró aquellas hazañas imborrables que llevaron a Manuel Santana, Lis Arilla, Joan Gisbert, Juan Manuel Couder y Manolo Orantes a las finales de 1965 y 1967. No es extraño que todo lo demás quedara eclipsado.
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