Deportes en Navidad
Veo un telediario navideño. 13 muertos de frío en otra patera en aguas de Lanzarote. Mientras, por acá se va preparando la Copa América de vela. En un reciente El País Semanal salía la foto a toda plana de un pie mugriento calzando unas botellas de plástico estrujadas y amarradas con jirones de tela. El pie de uno de los caminantes de lo que ellos llaman la "aventura"; poca cosa: cruzar andando el desierto en viajes de un año o más camino de las pateras. Mientras, por acá se va preparando el Rally París-Dakar y a pocas páginas de distancia, en el suplemento dominical, se celebraban las últimas sofisticaciones de la moda.
Tales son las grietas profundas de los mensajes de los medios de comunicación. No hablemos del abismo moral de la derecha europea y sus gastadas caridades y exclusiones, sus sagrados derechos patrimoniales. En estas fechas, supuestamente entrañables, no hay más que mirar un poco a través a las pantallas que ofrecen consumo obsceno, escuchar con oídos extrañados los cantos de sirena que nos venden paz y calor y confort, para percibir lo profundo de nuestro vértigo moral.
No propongo seguir a los verdaderos héroes del desierto y el mar en la sección de deportes de los telediarios, cuando las sonrisas han de sustituir a los cadáveres. Esos seres desesperados del sur de la miseria no cualifican como candidatos a protagonistas de un hipotético y monstruoso reality show de la inmigración. Nos costaría alcanzar la necesaria empatía e identificación con sus historias pequeñas, pobres y lejanas.
Sólo querría expresar lo evidente: las cumbres del heroísmo humano no se hallan tanto en las páginas del Guinness del norte como en el sudor, el polvo y la vieja angustia de esas almas del sur.
Ésta es la mejor felicitación navideña que puedo ofrecer. Vaya dedicada a los excluidos, a los sidosos, a los insurgentes y a los inmigrantes del mundo.
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