Capitalistas del mundo, uníos
Alguien está intentando acabar con el capitalismo. Los saboteadores no pertenecen a los movimientos antiglobalización, ni trabajan en una ONG, ni forman parte de un partido comunista. Los escándalos de Enron, Worldcom, Vivendi o Parmalat prueban que los terroristas del capitalismo son parte de la misma esencia del sistema: analistas financieros, auditores, abogados, bancos de inversión, agencias de calificación financiera... Por eso, los capitalistas de corazón deben unirse para evitar que las grietas del sistema lo derrumben, ya que, al fin y al cabo, "el carburante del capitalismo es la confianza".
Ésta es la teoría que sostiene Claude Bébéar a lo largo de este libro. Este empresario, que es conocido en Francia como el padrino del capitalismo, fundó la aseguradora AXA, fue administrador de Vivendi -el ex presidente Jean Marie Messier le acusó directamente de su caída- y su nombre sonó como ministro de Economía y Finanzas de Alain Juppé. En este libro cuenta con la colaboración del periodista Philippe Manière, con el que ha dialogado sobre los problemas que afectan al capitalismo y la manera de solucionarlos.
Acabarán con el capitalismo
Claude Bébéar,
Philippe Manière
Paidós Estado y Sociedad
ISBN 84-493-1651-0
Esta obra parte de la base de que el capitalismo no es un problema, de por sí. Bébéar es, según el reportero, un "capitalista de tomo y lomo", y él mismo reconoce que no quiere denunciar el sistema; considera que el capitalismo es "la expresión de la libertad". Lo que quiere criticar son algunos "excesos" y "tendencias" que pueden perjudicar gravemente su funcionamiento.
El libro está estructurado como una entrevista, es decir, Manière pregunta y Bébéar responde. La conversación se divide en pequeños capítulos, en cada uno de los cuales el empresario da su opinión -normalmente, muy crítica- del funcionamiento de distintas instituciones capitalistas.
Bébéar comienza confesando que no cree en el mercado financiero, ya que "está desconectado de la realidad económica" y "extrapola a corto plazo". A partir de ahí, el primer objetivo de sus críticas son los analistas financieros. Cometen errores de juicio y en los métodos de valoración y, además, no cuentan con toda la información necesaria para valorar correctamente una compañía. Si los analistas son "profetas", para Bébéar las agencias de calificación son "oráculos", que se financian con las aportaciones de las compañías cuya solvencia deben revisar. Tanto ellas como los bancos de inversión, abogados y auditores comprenden cada vez menos la cantidad de activos intangibles que poseen las empresas y que hay que valorar, y los medios de comunicación, finalmente, tienen tendencia al sensacionalismo. Sin embargo, "hay muy pocos" presidentes de empresas que sean inmorales.
De este libro llaman la atención varias cosas. La primera es su valor. No es muy frecuente que un empresario del nivel del Bébéar se preste a diseccionar el sistema de esta manera. No sólo critica; explica al lector cuáles son, en su opinión, las razones por las que determinadas instituciones no funcionan. Además, el sistema pregunta-respuesta hace que su lectura sea muy rápida.
En la parte negativa, este mismo sistema impide profundizar en cada tema, y quizá falta información para que el lector español conozca a Bébéar y sepa interpretar algunas de sus críticas, que parecen más bien motivadas por su experiencia personal con bancos o agencias de rating que por un análisis riguroso e independiente. Llama también la atención la falta de autocrítica -¿sólo hay un pequeño porcentaje de empresarios "poco escrupulosos"?- y el escaso interés de su contertulio en profundizar en algunas de sus contradicciones. La intervención pública, dice el empresario, no sólo no sirve para frenar los abusos, sino que empeora la situación.
Lo que no se sabe es qué ofrece a cambio. Y es curioso también que critique todos los escalones del sistema capitalista pero insista en la validez del conjunto, hasta el punto de llegar a asegurar que "sigue siendo la única fórmula capaz de sacar a la humanidad de la pobreza", sin más explicaciones. 800 millones de personas, mientras, siguen pasando hambre.
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