Escuchar a Pilar Manjón
Parafraseando a ese lago mayor que es don José Laguna Menor, cuando, de la noche a la mañana, alguien se convierte en una gran mujer, es que ya lo era. Tras haber escuchado a doña Pilar Manjón, los políticos de la Comisión del 11-M, supongo, habrán aprovechado para aprender varias lecciones y sacar las oportunas conclusiones.
El menda lerenda, al menos, después de haberse (con-e)mocionado y llorado como una Magdalena, ha extraído la suya, ésta, digna de los clásicos Plauto y Catulo, a medias o, mejor, al alimón: tanto quienes hemos aireado insidias, quedándonos tan campantes, como quienes hemos escuchado calumnias, sin que se nos revolviera el estómago, todos, si la opinión del interfecto contara algo, o sea, valiese más que un as, deberíamos ser empercingados (o empirsinados); los primeros, en la sin hueso, por llevarla sin frenos, y los segundos, en las orejas, de onagro, burro asilvestrado.
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