La hora de la verdad
El debate televisado de los dos aspirantes a la presidencia de Ucrania ha demostrado que muchas cosas han cambiado en la antigua república soviética en muy pocas semanas. La confrontación no ha tenido nada que ver con el edulcorado y ficticio monólogo que precedió a los fraudulentos comicios del mes pasado, manipulados en favor del candidato gubernamental, Víctor Yanukóvich. En un cara a cara de alta tensión, el otrora arrogante primer ministro, que pese a su pasado delictivo consideraba "basura" a los reformistas, se pretende ahora más conciliador. Mientras, el opositor Víctor Yúshenko, favorito en todos los sondeos ante la confrontación definitiva de este próximo domingo, ha endurecido exponencialmente su discurso.
Más importantes son los signos de que el Kremlin comienza a contemplar un cambio de caballo en el país que considera parte irrenunciable de su hinterland. Vladímir Putin acaba de dejar claro en Berlín que está dispuesto a trabajar con el prooccidental Yúshenko, el mismo que ante las cámaras de televisión afirmaba este lunes que "un presidente ucranio no debe ser elegido en Moscú". Las declaraciones de Putin, muy lejos de la retórica de combate empleada al denunciar una conspiración exterior para sumergir a Ucrania en el caos, adquieren su verdadera dimensión si se considera que el presidente ruso hizo descaradamente campaña por Yanukóvich. Y que le faltó tiempo para felicitarle cuando aún no se habían hecho públicos los resultados y para alabar la limpieza de unos comicios que acabaron anulados por el Supremo ante la evidencia de fraude masivo.
Si ante la hora de la verdad Yanukóvich ha radicalizado su antioccidentalismo -incluso acusando a su mentor político, el presidente saliente, Leonid Kuchma, de venderse a los enemigos de Ucrania-, el envenenado Yúshenko se comporta como si fuera el indiscutible ganador de las elecciones que le fueron robadas el 21 de noviembre. Y que a juzgar por los miles de observadores extranjeros presentes estarán entre los comicios más fiscalizados de la historia.
Pocos habrían dado hace meses una oportunidad al cambio en la dividida Ucrania. Lo ocurrido ha sido posible por la confluencia de una prensa ansiosa de libertad, un sistema multipartidista relativamente eficiente, un poder judicial que tantea su independencia y, sobre todo, un cuerpo social decidido a protagonizar su destino. Por eso, sea cual sea el desenlace, nada volverá a ser igual en Ucrania después de este domingo. Como antes en Georgia, sus ecos están presumiblemente llamados a propagarse por otros ámbitos de la antigua URSS.
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