Hemorragia imparable
El Deportivo paga ante el Zaragoza su desastre defensivo
Ya da lo mismo que el Deportivo juegue bien, mal o regular. Al final, casi siempre pierde. Sobre todo, en casa. Ya da igual que Valerón se entone y el Depor recobre su fluidez, como anoche. El equipo de Javier Irureta se desangra por la herida purulenta de su defensa, que concede en cada choque ocasiones sin cuento. Al Zaragoza le proporcionó unas cuantas. La hemorragia parece imparable.
Más allá de algunas imprecisiones y de la falta de empaque que se vio en determinados momentos, sobre todo en la defensa del Depor, que vive cada partido resbalando al borde del despeñadero, el choque estuvo muy por encima de lo que se podía esperar de dos equipos apenados por las circunstancias. Ambos se aunaron en su voluntad de redimirse de calamidades recientes y en su vocación de disputar la pugna sin recurrir a más argumentos que el juego. Los buenos propósitos allanaron el terreno para un duelo eléctrico, con vibrantes fragmentos y un fútbol bien cosido a ras de césped.
DEPORTIVO 2 - ZARAGOZA 3
Deportivo: Molina; Scaloni, Pablo Amo (Duscher, m. 70), Andrade, Romero; Sergio (Fran, m. 46), Mauro Silva; Munitis (Víctor, m. 76), Valerón, Luque; y Tristán.
Zaragoza: L. García; Ponzio, Álvaro, Milito, Toledo; Zapater, Movilla; Cani, Óscar (Soriano, m. 87), Savio (Galletti, m. 90); y Villa (David Pirri, m. 85).
Goles: 0-1. M. 34. Cani, de magnífica vaselina. 1-1. M. 48. Pablo Amo cabecea un centro de Munitis. 2-1. M. 51. Luque, a pase de Valerón. 2-2. M. 56. Milito, de cabeza. 2-3. M. 68. Villa cabecea solo a centro de Cani.
Árbitro: Ramírez Domínguez. Expulsó a Scaloni (m. 88). Amonestó a Toledo, Andrade y Valerón.
Unos 18.000 espectadores en Riazor.
A pesar de los días de penitencia que se viven en A Coruña y del lastimoso balance del Depor en su propio estadio, la mayoría de los rivales aún suele aparecer por Riazor cargados de cautelas, como si temiesen que un exceso de insolencia pudiera despertar al enfermo. No fue el caso del Zaragoza, que, a despecho de sus graves problemas internos, se desplegó desde el primer momento con intensidad y resolución. El toque de Movilla y Savio, junto a la velocidad de Villa, Óscar y Cani, desgarraron desde el principio al Depor, que volvió a mostrar en su primera línea esa mueca sufriente que se le ha tatuado desde que comenzó el campeonato. El descaro y la profundidad del Zaragoza lograron el galardón de un gol que fue una joya, nacido en una pared junto a la frontal del área entre Cani y Villa que aprovechó el primero para trazar una vaselina suave y hermosa.
Si en la parte de atrás el Depor padeció otra vez su frustrante y cotidiano tembleque, de medio campo hacia arriba el equipo de Irureta recobró el instinto creativo. No hubo mucho misterio en la recuperación del Depor. Simplemente, apareció Valerón. Se sacudió esa languidez que le acomete por temporadas, acudió a todas las citas, imantó el balón cuando le asediaron los contrarios y repartió suministros por todo el frente del ataque. Eso sí, le faltó, como siempre, el gol, pese a que tuvo una ocasión clamorosa en la primera parte.
Irureta tocó a rebato en el descanso, renunció al dogma del doble pivote y prescindió de Sergio para hacer sitio a Fran. Desde ese momento, el partido derivó del vértigo a la pura locura. Sin necesidad siquiera de que Fran empezase su discurso, el Depor encontró dos goles en un pestañeo, el primero con un cabezazo de Pablo Amo y el segundo con una acción en la que se concitaron la ferocidad de Scaloni, la clase de Valerón y el oportunismo de Luque. El Depor parecía entrar en ebullición, pero el desastre de su defensa aún no había dicho la última palabra. Milito empató de inmediato y, con el choque instalado en un delirio de ida y vuelta, Villa certificó la débâcle local.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.