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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Juan Barjola, el expresionismo crítico

Juan Galea Barjola, nacido en 1919 en la localidad extremeña de Torre de Miguel Sesmero, hijo de labradores, estudió Artes y Oficios en Badajoz y, luego, en Madrid. Su formación quedó temporalmente truncada con el estallido de la Guerra Civil, lo que le acarreó un paréntesis de casi siete años, pues sólo a partir de 1943 pudo completar su formación artística. Estas zozobras retrasaron su carrera, que no tuvo plasmación pública hasta 1950, fecha de su primera exposición individual en la galería Abril de Madrid.

Pero la madurez de su lenguaje artístico más característico no se produjo hasta 1960, cuando, con motivo de un periplo becado por Europa, descubrió lo mejor de algunos hitos de la pintura expresionista europea, desde Ensor hasta, sobre todo, Bacon.

Inmediatamente, aunque no sin ese alargado preámbulo del que aproximadamente ya hemos dado cuenta antes, Barjola causó un fuerte impacto en los medios artísticos con sus escenas figurativas, de naturaleza miserable y truculenta, cuyos negros acentos españoles, a través de la veta brava goyesca reciclada por Zuloaga y Gutiérrez Solana, él entreveró de tonalidades agrias y ácidas, de notas pardas y verduzcas.

Captó muy bien el pesar de los seres dolientes, que no sólo protagonizaban los seres humanos, sino, muchas veces, los sufridos perros callejeros, escuálidos y maltratados en cualquier rincón español de la terrible posguerra. En este sentido, Barjola tenía un punto de vista crítico muy duro y tétrico, pero jamás gratuito.

Trabajador infatigable, jamás dejó de pintar, no arredrándose ni con la falta de reconocimiento, ni con su exceso, ni, en fin, con el principal corolario de todo ello: el implacable paso de las modas. Pasara lo que pasara, Barjola seguía pintando de forma constante y, lógicamente, esta ausencia de claudicación rindió sus frutos depurando su obra de forma cada vez más refinada y compleja.

De estirpe pictórica muy española, Barjola realizó también una importante serie de cuadros y grabados sobre el mundo de los toros y las corridas, logrando aunar la estilización de las formas puntiagudas con ese tono de cruel elegía que le había marcado existencialmente.

Era, así, pues, un artista expresionista, duro, de trazo firme, pero no macabro. Su paleta, muy restringida, tenía visos de gran elegancia española, que luce sus mejores prendas mediante la sobriedad, que en el caso de Barjola suponía un uso maestro de las tonalidades grises, que, en su etapa final, cobraron una luminosidad excepcional.

A lo largo de su dilatada carrera, Juan Barjola obtuvo diversos galardones como el Premio de la Crítica de Eugenio d'Ors en 1963 y el Premio Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura en 1985.

Artista de gran producción y generosidad, en 1988 hizo un importante legado de más de un centenar de obras al Museo de Arte Juan Barjola, sito en el Palacio de la Trinidad, de Gijón, pues no en balde su esposa era asturiana. Por otra parte, Juan Barjola, que desde los años sesenta expuso en las principales galerías españolas -lo hizo en la histórica galería Biosca y, durante los últimos años, en la no menos ilustre galería de Leandro Navarro- también dedicó una muy importante atención al grabado ilustrando numerosos libros como La tauromaquia, de Rafael Alberti (1970); Tauromaquia y destino, de Antonio Gamoneda (1980); o Cinco variaciones visionarias, de José Hierro (1981).

Huelga decir que además de en el museo personal que tiene dedicado a su obra en Asturias, Juan Barjola está representado en las principales colecciones públicas y privadas de nuestro país.

Juan Barjola, en su estudio de Las Matas, Madrid.
Juan Barjola, en su estudio de Las Matas, Madrid.ULY MARTÍN

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