Del recelo inicial al respaldo total

El primer director del parque de Grazalema, Juan Clavero, recuerda su gestión como "una experiencia ilusionante", aunque reconoce que fue un período lleno de conflictos: "La declaración [de la zona como parque natural] llenó de inquietud a los vecinos de los pueblos afectados, que veían en riesgo las formas con las que se habían ganado la vida hasta entonces. Pensaban que íbamos a prohibirles tener ganado, sacar corcho o explotar sus propias fincas".

Los temores no se confirmaron. Veinte años después se ha demostrado que el desarrollo del parque no ha frenado el crecimiento de sus municipios, sino todo lo contrario. "En 1984, había pueblos como Benaocaz o Villaluenga a punto de desaparecer. Ahora, presentan algunas de las subidas de las rentas per cápita más importantes de Andalucía", afirma Clavero.

Un estudio de la Universidad de Cádiz que analizó los primeros años del parque así lo demostró. En los pueblos se construyeron pequeñas industrias agropecuarias, alimentarias y de artesanía que avanzaron en paralelo al progresivo aumento del turismo. Un sector que ha consolidado la hostelería de la zona.

"La declaración redujo cargas ganaderas, limitó la caza, impuso condiciones a la construcción de mejores infraestructuras, pero ya nadie duda de que el parque ha traído riqueza", señala el ex director provincial de la Agencia de Medio Ambiente (AMA), Francisco Blanco. "Hubo que hacer una labor de divulgación para hacer comprender que protección no es sinónimo de prohibición", asegura.

Ahora la gran mayoría de decisiones que competen a la comarca se discuten en la junta rectora del parque, de ahí que colectivos de todo tipo hayan solicitado su entrada en este órgano. La sierra de Grazalema acaba de recibir la Carta Europea de Turismo Sostenible, que da viabilidad a la gestión de los últimos 20 años. Clavero pide aumentar la catalogación a parque nacional.