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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Turquía, la favorita del Fondo Monetario

Joaquín Estefanía

NO PUEDE SER PRODUCTO de la casualidad que apenas tres días antes del inicio del Consejo Europeo que había de decidir sobre las negociaciones para la entrada de Turquía en la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunciase la concesión de una nueva línea de crédito a ese país por valor de 10.000 millones de dólares. Pocas señales pueden ser tan explícitas de una apuesta -la del Departamento del Tesoro de EE UU, verdadero factótum del Fondo- a favor de una Turquía europea como la manifestada por el organismo multilateral el pasado martes en Estambul.

No es la primera vez que eso ocurre. Desde el año 1999, el FMI ha prestado a Turquía alrededor de 32.000 millones de dólares en diferentes coyunturas.Así, este país fundador de la OTAN, eterno aspirante a ingresar en la UE, aliado estratégico de Bush en la guerra del Golfo y en la invasión de Irak (en este último caso, previo pago por facilitar el paso de casi 40.000 soldados norteamericanos por su espacio físico), tiene el dudoso título, también, de primer país deudor del FMI.

En las negociaciones de Turquía con el FMI, la geopolítica cumple un papel más importante que la política económica ortodoxa que ha de aplicar dicho país para salir de la crisis. Ésa es la experiencia de los últimos años

Las dificultades que otros países emergentes -por ejemplo, los latinoamericanos- tienen a la hora de negociar con el FMI se convierten en falta de resistencia cuando este organismo trata con Turquía. La geopolítica cumple un papel en esas negociaciones siempre más decisivo que las condiciones técnicas económicas (las célebres recetas) que siempre acompañan a un acuerdo con el FMI.

Ello no significa que la situación económica de Turquía no haya mejorado desde el colapso financiero que sufrió a principios de esta década. El año terminará con un fuerte crecimiento económico, con reducción de la inflación y con el pronóstico de un superávit presupuestario primario (sin contar la deuda financiera) de casi un 6,5% para 2005. Además, una de las fallas más estrepitosas del sistema turco, un sector financiero a la japonesa, también ha mejorado con la reducción del número de bancos y la existencia de un banco central autónomo del poder político. Así pues, el ritmo acelerado de reformas que este país ha tenido que instrumentar para adecuarse a las condiciones para la negociación europea no ha afectado sólo al mundo de la política, sino además al de la economía. La turca puede considerarse una economía de mercado, a pesar del enorme peso de su agricultura y de la extraordinaria expansión de la economía informal, que algunos analistas cifran en más del 50% del producto interior bruto (PIB).

El acuerdo firmado la pasada semana entre el director gerente del FMI, Rodrigo Rato, y el ministro de Economía turco, Alí Babacán, supone una línea de crédito adicional, de disposición inmediata, por valor de 10.000 millones de dólares para los próximos tres años, y la posibilidad de una cantidad similar para el siguiente cuatrienio si el país continúa la línea de reformas, de austeridad presupuestaria y de recorte de la inflación (que todavía sigue en dos dígitos), y de saneamiento del sector financiero. Este nuevo programa sustituye al anterior, que finalizaba el próximo mes de febrero.

Ha habido un acompasamiento entre el momento en que Turquía fue designada oficialmente país candidato a la Unión Europea (año 1999) y la coyuntura en la que el FMI acelera su política de ayudas. Turquía ha encontrado desde entonces mayor comprensión para su economía que ningún otro país del mundo en dificultades. Ésta es una política que, protagonizada por EE UU, no le viene mal a la UE. De que la economía turca sea competitiva respecto a la europea depende, en buena parte, que uno de los problemas más considerados en la negociación política -la posibilidad de una emigración masiva de ciudadanos turcos buscando el bienestar fuera de sus fronteras- no devenga en un problema insoluble para la próxima década.

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