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Columna
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Masivo

Últimamente, todo es masivo. Por ejemplo, lo que dijo e hizo el anterior Gobierno tras el atentado del 11 de Marzo fue, según definición del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, un engaño masivo. A continuación, y después de perder las elecciones, en las que los ciudadanos acudieron de forma masiva a las urnas, los presuntos mentirosos masivos ordenaron un borrado masivo de documentos, discos duros y copias de seguridad en los ordenadores oficiales, para esconder qué, enterrar qué. Mientras engañaban y borraban, a tres o cuatro sólo les faltó ponerse una barba postiza como la que lleva Woody Allen en Bananas. Porque fue tan masivo y bananero, todo.

Tras las primeras investigaciones, el juez Baltasar Garzón ordenó la Operación Nova y ésta ha propiciado una redada masiva contra los terroristas de Al Qaeda, que desde entonces se salda con arrestos casi diarios. Por lo que se ve y no se vio, durante la etapa de gobierno del PP todos esos asesinos potenciales fueron masivamente invisibles, porque al parecer los ojos de su amo sólo descubrían peligros a lo lejos, en Bagdad o en Kabul, pero nada en Madrid. Mientras -siguiendo la retórica del antiguo régimen- otros, hay quienes y algunos miraban de forma masiva para otro lado, los criminales fueron hacia los trenes de la muerte sobre una alfombra roja.

Después de los trenes y antes del engaño masivo, los ciudadanos de Madrid estaban todos juntos, y así fueron, fuimos de forma masiva a la gigantesca manifestación que recorrió como un escalofrío la ciudad, para expresar su dolor por la matanza. Cuando los embusteros masivos empezaron a propagar sus falsedades, algunos de los mismos fuimos otros, nos mandaron y mandamos mensajes masivos, cambiamos una concentración por otras y unas preguntas por otras. Porque no nos lo decían todo y cualquiera sabe que media verdad ya es toda la mentira. Y la mitad de la democracia es el derecho a saber. La otra mitad es el derecho a elegir.

Ahora, algunos de los ciudadanos que estaban juntos en Madrid ya no lo están, y a las puertas del Congreso, a los pies de los leones, mientras comparecían los políticos frente a la comisión del 11-M, se formaron dos grupos pequeños en sí mismos pero aterradores como síntoma: en un lado, los familiares de las víctimas, con las palmas de las manos pintadas de rojo; en el contrario, otro bando que les gritaba, literalmente: metéos a vuestros muertos por el culo. De la solidaridad al odio, y todo porque algunos, hay quienes y otros dejaron claro que aunque siempre había habido una sola clase de terrorismo esa vez había dos tipos de muertos: los que hacían ganar las elecciones y los que propiciaban perderlas.

Pero, por encima de todo eso, por fortuna, está la ciudad de Madrid, siempre dispuesta a darle una lección a quienes la malinterpretan, la degradan o la utilizan como frontón. Madrid, que actuó con una valentía y una solidaridad estremecedoras en aquellos momentos terribles en que todo era sangre e interrogaciones. La misma ciudad, sin ir más lejos, que el otro día, cuando un imbécil masivo llamó al diario Gara para anunciar que había una bomba en el Santiago Bernabéu -imaginen lo que pensamos todos los que estábamos allí que podría pasar si algo explotaba en medio de 70.000 personas-, salió serenamente del estadio, sin que nadie sufriese, que se sepa, un solo rasguño. Una ciudad que no se merecen algunos, hay quienes y otros.

La Comisión del 11-M puede que no llegue a ninguna conclusión general, porque eso es imposible, dadas las circunstancias, pero ha puesto a cada uno en su sitio. A partir de ahora, los ciudadanos juzgaremos, de forma personal y por encima de lo que dictaminen los fiscales y defensores interesados de cada facción, qué responsabilidad tuvo cada cual en aquellos días viscosos.

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Pero una cosa ha quedado muy clara, y es que si algún vencedor ha tenido todo este espanto, ha sido la ciudad de Madrid. Una ciudad a la que algunos, hay quienes y ahora otros otros quieren negarle hasta el derecho a albergar unos Juegos Olímpicos, y que ha salido del drama traumático del 11 de Marzo con una grandeza, un arrojo y un optimismo masivos. Esta ciudad hay que saber merecérsela. Ayer, pidiendo disculpas por sus posibles errores a la representante de las víctimas, Pilar Manjón, todos los grupos políticos empezaron a merecérsela. Que les dure.

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