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Reportaje:

Un nuevo símbolo para Francia

Chirac inaugura en el valle del Tarn el puente más alto del mundo

En un momento en el que abundan los análisis que consideran que el modelo social francés está en decadencia y claman por una revolución liberal en lo económico, el presidente de Francia, Jacques Chirac, no perdió ayer la oportunidad de escenificar un acto de reafirmación. En la inauguración del viaducto de Millau, dijo estar "impresionado por su elegancia, su sencillez, su complejidad y al mismo tiempo su ligereza", y aseguró: "Esta obra excepcional va a marcar nuestra historia".

El puente inaugurado ayer representa "el nuevo emblema de una Francia moderna y conquistadora", en palabras de Chirac. El viaducto de Millau, en el macizo central, es una impresionante obra de ingeniería diseñada por el arquitecto británico Norman Foster y el ingeniero francés Michel Virlogeux que literalmente vuela por encima del valle del Tarn a lo largo de casi 2,5 kilómetros. En su parte más alta alcanza los 343 metros, 23 más que la Torre Eiffel, lo que ha servido a Chirac para reivindicar "la tradición francesa de obras de arte audaces", que inició el ingeniero autor de la célebre torre parisina.

Cuando hay niebla, los siete grandes pilones parecen veleros surcando un mar imposible

En un sentido más práctico, a partir de mañana, el viaducto será un alivio para los automovilistas franceses que perdían tres horas en su camino hacia el sur en esta localidad de Aveyron y que ahora cruzarán el valle del Tarn en cuestión de minutos por 6,50 euros en temporada alta y 4,90 el resto del año, con el añadido de que el Estado se ha comprometido a no cobrar peaje en los tramos de autovía contiguos. El viaducto, sin embargo, no es la última porción que le faltaba a la autopista A-75, La Meridienne, para unir París y el Mediterráneo. Aún queda un hueco de 30 kilómetros más al sur.

Son 300.000 toneladas de elegancia. Cuando hay niebla, los siete grandes pilones que sostienen la calzada de 32 metros de ancho se asemejan a veleros surcando un mar imposible. Pero al margen de su indudable belleza, mezcla de hormigón y acero, es el puente más alto del mundo y está diseñado para soportar vientos de hasta 250 kilómetros por hora. Cada uno de los siete pilones sostiene 22 cables, cada uno de ellos de 1.500 toneladas de peso.

En su construcción han trabajado 537 personas, entre las que destacan los conductores de las enormes grúas que tuvieron que soportar vientos huracanados mientras mecían las grandes vigas de acero. El nombre de todas estas personas fue introducido ayer por Chirac en un cilindro de cobre que quedó enterrado en el pilón número tres.

Para construir el viaducto, el Estado francés ha recurrido a la iniciativa privada. Fueron años de dudas ante las grandes cifras que exigía el proyecto que fueron retrasándolo. Finalmente el concurso fue ganado por la sociedad Eiffage. El coste final se acerca a los 400 millones de euros. A cambio, Eiffage tiene una concesión de 78 años para su explotación y otra de 120 años para su mantenimiento.

En el valle del Tarn, habituados a ver pasar las colas, las opiniones están divididas. Algunos, como el alcalde de Millau, se quejan de que van a perder los clientes que sesteaban en sus vehículos maldiciendo el embotellamiento. Otros aseguran que la zona desaparecerá del mapa turístico. Pero son muchos los que se alegran, y con razón. La visita al viaducto, la contemplación de esta maravilla de la ingeniería, ya ha atraído a cientos de miles de curiosos en los últimos años. La romería, visto el impacto del acto de ayer, tiene visos de convertirse en peregrinación.

Aviones de la Patrulla de Francia sobrevuelan el viaducto, durante la ceremonia de inauguración, y forman con sus estelas la bandera nacional.
Aviones de la Patrulla de Francia sobrevuelan el viaducto, durante la ceremonia de inauguración, y forman con sus estelas la bandera nacional.EFE

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