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Columna
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Manual de crispaciones

Días atrás, el concejal de Presidencia del Ayuntamiento de Sevilla, Alfonso R. Gómez de Celis, pareció enloquecer de pronto. A todo lo que le preguntaban astutos periodistas encargados de jalear al Partido Popular, respondía impertérrito: "Tablada será un parque". Daba igual que quisieran su opinión sobre supuestos despilfarros del alcalde al alojarse en una suite de un hotel de San Sebastián, cuando fue a negociar el festival de cine de Sevilla y ya no quedaba otra cosa; o sobre las tarifas del taxi, o sobre el sexo de los ángeles custodios. El concejal siempre respondía: "Tablada será un parque".

Lejos de haber pisado las lindes de la paranoia, o de haberse ausentado de la realidad, como Aznar y sus obispos rabiosos, el joven edil había adoptado ese ritornelo porque sabía que, de aquí en adelante, la estrategia de los nervios que va a poner en marcha el partido de la oposición, principalmente en Sevilla, no tiene más que un centro de gravedad: recuperar Tablada como espacio de grandes negocios para el ladrillo, el gran pelotazo que nunca fue. Se entiende ahora la sorprendente transustanciación de un ex socialista, el intrépido Beneroso, en auxiliar económico de Javier Arenas, en torno a los cuales se ha constituido una suerte de sindicato de reclamaciones; gente que metió su dinero en el antiguo aeródromo, confiado en la palabra del aprendiz de banquero, y que ahora les dicen: ¿dónde está lo mío? Pues lo suyo está bastante crudo, como no sea que se cuele por medio algún juez agazapado en las sombras -que no sería raro-, diciendo que Tablada vale el oro y el moro o que no está justificada la expropiación. Así que, no pierdan la sintonía de este asunto, que todavía va a dar muchos calentones de periódicos.

Lo sorprendente de esta estrategia es que sigue adelante, pase lo que pase. Ni que un juez haya archivado aquel otro supuesto escándalo de Los Bermejales; ni que se vayan resolviendo asuntos tan espinosos como los de Isla Mágica, Altadis, Astilleros (en todos, por cierto, se va viendo la mano discreta, pero eficaz, de José Antonio Viera), o que vayamos a estrenar dentro de unos días la lanzadera del AVE a Córdoba... Nada de eso tiene la menor importancia para la oposición. Es como si no existiera. Ellos, erre que erre, Tablada es mío, beben y beben los peces en el río.

Naturalmente, esta estrategia no está aislada. Forma parte de una espiral mucho más amplia de rabietas incontenibles, cuyo vértice está en la memoria del 96, cuando una turbamulta de insidias mediáticas terminó acorralando al PSOE y haciéndole perder las elecciones generales. Eso es lo único que cuenta para ellos. Recuperar aquella estrategia de feroz desgaste, al precio que sea, para volver a La Moncloa. De ahí que se hayan descabalgado del pacto por el impulso democrático en Andalucía, que les dé igual lo que pase en la Diputación de Almería o en el Ayuntamiento de Jerez. Ellos ya han recibido el manual detallado de todas las crispaciones, hasta la muerte o la victoria. Y la gran consigna: muchachos, regresamos al 96, con la ayuda de Dios y de la Historia.

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