Golpe de gracia del Madrid en el Palau
Burke decide sobre la bocina y rompe la racha de ocho triunfos consecutivos del Barça en el clásico
El clásico cambió de tercio en el Palau. Lo decidió una canasta de Burke cuando sonaba la bocina final. La tremenda tensión y los recursos tácticos defensivos que desdibujaron a algunos de los mejores elementos de ambos equipos, como Bodiroga, Navarro, Reyes o Herreros, definieron la carga implícita que acarreaba el partido, que se había convertido en bastante más que eso. El mano a mano era visto como un posible punto de inflexión en la hegemonía del baloncesto español, por más que el liderato de la Liga continúe en manos del sorprendente y admirable Etosa Alicante. Pero el Madrid necesitaba romper con la racha de ocho derrotas consecutivas en sus últimos partidos ante el Barcelona para convencerse plenamente de que su último proyecto es fetén. Lo consiguió aunque el partido no fue lucido, y el Barcelona puede esgrimir el atenuante de la ausencia de un hombre tan vital en su juego como es Dueñas, lesionado.
W. BARCELONA 64 - REAL MADRID 66
Winterthur Barcelona: Ilievski (17), Navarro (6), Bodiroga (7), Fucka (12), Marc Gasol (5) -cinco inicial-; De la Fuente (6), Trías (7), Drejer (1) y Grimau (3).
Madrid: Sonko (4), Bullock (24), Gelabale (3), Fotsis (9) y Reyes /4) -cinco inicial-; Hervelle (2), Herreros (2), Troy Bell (4) y Burke (14).
Árbitro: Maza, Pérez Pizarro y Conde. No hubo eliminados.
Palau Blaugrana: Unos 7.000 espectadores.
El punto de serenidad y la capacidad para encontrar todos los recovecos tácticos posibles jugando con el marcador casi siempre en contra refuerzan la autoridad moral y el poder de convicción de Maljkovic, que siempre se reservó un as en la manga. Valga como ejemplo la zona defensiva a la recurrió cuando sólo faltaba minuto y medio o esa maravillosa y vertiginosa acción final, que iniciada con un saque bajo canasta tras un punto libre anotado por Ilievski, decidió el partido con una cabalgada de Sonko, el pase a Burke y el tiro del irlandés en la milésima precisa, ni una antes ni una después.
El Barcelona exprimió todos sus recursos en su intento por preservar ese punto de autoridad moral que había adquirido en sus últimos encuentros ante el Madrid. Montes recurrió a Fucka y Gasol para paliar la baja de Dueñas. El hermano de Pau, además de estar todavía verde, acaba de salir de una lesión y apenas ha jugado una decena de minutos esta temporada. El Barcelona jugó con mucha más intensidad de entrada. El Madrid casi no se enteró en todo el primer cuarto y cedió desventajas de hasta diez puntos (26-16). Pero el Barcelona acusó muy pronto el desgaste de Navarro en su intento de defender a Bullock. Lastrado por las faltas personales, Navarro se pasó medio partido en el banquillo. Las alarmas del Barcelona se dispararon en el segundo cuarto. A los problemas de Navarro se añadía un extraño desatino generalizado en los tiros libres, una torcedura de tobillo de Ilievski -en contra de lo que acostumbra, ayer su mejor recurso ofensivo-, las dificultades para afrontar con éxito la primera zona defensiva que impuso el Madrid y su descorazonadora desventaja en el rebote.
El juego del Madrid también chirrió porque el sustituto del lesionado Bennett, el recién llegado base-escolta de la NBA, Troy Bell, al que Maljkovic dio cuerda para echarle el lazo a Ilievski, se creyó con licencia para lanzar a canasta todo balón que llegara a sus manos, con nefastos resultados, excepto la última canasta sobre la bocina que cerró el segundo cuarto. El juego interior del Madrid, que podía ser más determinante que nunca, apenas existió porque Felipe Reyes no tuvo su mejor día y porque Bullock, excelso, acaparó hasta las últimas consecuencias todas las acciones ofensivas. Burke cambió el tono del juego pero no lo hizo porque el equipo jugara para él sino porque se ganó la vida como pudo, a base de entrar al rebote ofensivo, faceta en la que el Madrid superó ampliamente al Barça.
La defensa del Madrid fue por momentos demoledora para el Barcelona. Sin Dueñas y con Navarro menos que a medio gas, debía ser el turno para Bodiroga, pero el alero fue atrapado la mayor parte del tiempo por la defensa de dos y hasta tres contra uno que le planteó el Madrid. Bullock, en cambio, lograba anotar una y otra vez. Así las cosas, el Barcelona, que se había vuelto a escapar en el tercer cuarto (57-51), llegó al final sin gasolina. Sólo consiguió anotar siete puntos en el último cuarto y acabó estrellándose ante los últimos recursos tácticos del Madrid: la vuelta a la defensa en zona, la posibilidad de cometer dos faltas sin ser castigado con tiros libres en el último ataque del Barça y esa última acción, después de que Ilievski creyera haber obligado a la prórroga al convertir un tiro libre. No hubo tal prórroga. Los cuatro segundos que quedaban le bastaron al Madrid para anotar, ganar el partido y quitarse un peso de encima, ese complejo de inferioridad que se había configurado a base de perder y perder ante el Barcelona, al que no ganaba desde octubre de 2001.
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