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Reportaje:

La historia circular de la inmigración

Un estudio halla en Olot curiosos paralelismos en 100 años de migraciones

¿En qué se parecen un inmigrante de Gambia que llegó a Olot (Garrotxa) en el año 2000 y otro de Vidrà (Osona) que se estableció en el mismo lugar en 1900? Las coincidencias, según revela el estudio Els nous olotins, realizado por ocho jóvenes sociólogos y politólogos del Instituto de Estudios Sociales de la Garrotxa (Idesga), son numerosas y muy reveladoras. "Es evidente que en muchas cosas no tienen nada que ver, pero en otras sí: la procedencia rural, la pobreza, la incultura, las dificultades de vivienda y el recelo que despiertan entre sus vecinos", asegura Estanis Vayreda, portavoz del grupo de investigadores.

Els nous olotins quiere "recuperar la memoria histórica de la inmigración" y dejar constancia de que durante un siglo Olot ha sido una localidad acogedora que ha integrado a la población foránea dándole oportunidades de prosperar. La investigación, que se ha sumergido en los padrones de 103 años y ha realizado más de 50 entrevistas personales, constituye un trabajo novedoso por su amplitud temporal y su concepto de inmigrante. Se ha considerado inmigrante a toda persona que, independientemente de su lugar de origen y el motivo de su partida, llega a instalarse a la ciudad de Olot. La laxitud de la definición de inmigrante ha permitido, según explica Vayreda, "hallar paralelismos sorprendentes y normalizar un fenómeno que equivocadamente se nos presenta como nuevo y amenazante". Actualmente, en la ciudad, de casi 30.000 habitantes, conviven 67 nacionalidades.

El estudio constata coincidencias muy llamativas entre las oleadas migratorias. Debido a la denominada "cadena informativa", igual que muchos andaluces llegaron a Olot desde una localidad determinada (Villanueva de Algaidas), la mayoría de los gambianos proceden del pueblo de Alohungari; los chinos, de Jilin, y los marroquíes, de Tánger y Nador. Todas las oleadas migratorias coinciden con los periodos de mayor desarrollo económico: los años veinte, los sesenta y los noventa. Durante estos 100 años se ha producido un proceso de sustitución en cadena de los denominados "nichos" laborales poco cualificados. Las chachas de principios de siglo eran campesinas de la Garrotxa, en los cincuenta y los sesenta eran andaluzas, y ahora, después de que estas mujeres se incorporaran al sector industrial, el servicio doméstico está copado por chicas de América del sur. Este proceso de sustitución tiene paralelismos en el urbanismo. Las viviendas que compraron los inmigrantes de los 60 en algunos barrios empiezan a ser ocupadas ahora por la nueva inmigración. Mientras que en los sesenta proliferaron establecimientos de comida típicamente andaluza, los nuevos inmigrantes han abierto también sus locales: locutorios, carnicerías y tiendas. El estudio recuerda que los locales andaluces eran frecuentados en exclusiva por el propio colectivo, pero que progresivamente pasaron a formar parte de los espacios de ocio del resto de la población.

La errónea percepción del agravio comparativo en lo referente a la ayuda institucional al inmigrado tampoco es nueva. En los cincuenta y sesenta la población autóctona ya criticaba las ayudas que la entidad benéfica Conferència de Sant Vicenç de Paül ofrecía a campesinos e inmigrantes del resto de España. La actitud recelosa hacia la inmigración ya fraguó a principios de siglo, igual que ahora, un sinfín de tópicos sobre hábitos higiénicos y culinarios. También se atribuía a los recién llegados una mayor conflictividad social.

Las cifras de la inmigración en Olot entre 1900 y 2003 revelan que el municipio ha recibido a lo largo del siglo un total de 29.587 inmigrantes, casi tantos como su población actual, que es de 29.626 habitantes. El colectivo foráneo más numeroso es el que proviene de la misma comarca (9.789 habitantes) a raíz de la despoblación del campo. Después viene el grupo del resto de Cataluña (8.673) y el de los inmigrantes del resto de España (7.621), en su mayoría andaluces. Por último, los extranjeros (3.504), en su mayoría procedentes de Marruecos y Gambia, constituyen el último grupo, aunque esta oleada migratoria está muy concentrada en el tiempo. Entre 1991 y 2003 llegaron a Olot 541 inmigrantes extranjeros cada año.

Estanis Vayreda destaca que el trabajo, que se complementa con una exposición en el Museo Comarcal de la Garrotxa y la edición de un libro, tiene un evidente propósito pedagógico. "Olot ha sido creada por el esfuerzo de gente de dentro y de fuera, y creo que es positivo que esta constatación se haga desde un territorio que muchos definen como la Cataluña auténtica".

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El estudio concluye que el progreso social constituye la base de la integración de los antiguos inmigrantes y eso debería suceder con los nuevos. Hay datos que apuntan hacia esa integración, pero también señales de alerta. Asimismo constata la aparición de un cierto racismo entre comunidades y advierte de la necesidad de atajar el fracaso escolar del colectivo inmigrante y potenciar los espacios de interacción con el resto de la población.

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