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Columna
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Instinto de conservación

El pasado fin de semana al PA le funcionó lo primero que le tiene que funcionar a cualquier organismo vivo: el instinto de conservación. Optó por una alternativa que, de momento, está por ver qué resultado puede dar, pero descartó otra que se podía tener la seguridad de que no le llevaba a ningún sitio, excepto al estancamiento primero y la disolución después. Antonio Ortega era el pasado tanto en lo que proponía como en lo que rechazaba. Tanto en el interior como en el exterior del partido. Su discurso, en el caso de que fuera capaz de articular uno distinto del que había mantenido en las dos últimas legislaturas, nacía lastrado por su trayectoria en el interior del partido, por un lado, y por su presencia como consejero en el Gobierno socialista de la Junta de Andalucía, por otro.

El PA tiene ante sí una nueva posibilidad de insertarse como un partido relevante en el sistema político andaluz

Frente a la candidatura del pasado, la apuesta por Julián Álvarez y por toda la nueva dirección era la expresión del futuro. Un futuro que, como todos los futuros, está por escribir, pero que, al menos, no está condenado de antemano.

El nuevo PA cuenta con algunos elementos que juegan a su favor. En primer lugar, la juventud de sus dirigentes. Las direcciones de todos los demás partidos andaluces están integradas por personas mayores, con muchos años de presencia en la política andaluza. Manuel Chaves, Javier Arenas, Diego Valderas son viejos conocidos del cuerpo electoral andaluz. No solamente de los ciudadanos de la circunscripción por la que concurrieron a las elecciones, sino del cuerpo electoral en su conjunto, porque han sido los secretarios generales y candidatos de sus partidos a la presidencia de la Junta de Andalucía. Bastantes de los dirigentes de sus partidos que los han acompañado a lo largo de estos años tienen una edad parecida a la suya.

Julián Álvarez y los dirigentes andalucistas elegidos el pasado fin de semana pertenecen a una generación distinta de la que ha dirigido la comunidad autónoma desde su constitución. Pertenecen curiosamente a la misma generación que en este momento está dirigiendo el Gobierno de la nación, que es sensiblemente más joven que la que está dirigiendo buena parte de las comunidades autónomas. En un sistema tan cerrado como el andaluz, la dirección del PA es el único elemento de novedad. Esto es algo ya en este momento y puede ser todavía más en el futuro.

Tiene, en segundo lugar, la ventaja de que llega a la vida política andaluza en un momento en el que se están abriendo unos huecos tremendos en nuestro sistema representativo. El espacio de izquierda está ocupado de una manera muy sólida y difícilmente penetrable por el PSOE. Pero el espacio de la derecha y del centro derecha no está todavía vacío, pero está a punto de irse vaciando. Y de irse vaciando a una velocidad extraordinaria Las siglas PP han dejado de ser competitivas en Andalucía. No hay en el futuro en el que es posible hacer predicciones ninguna esperanza de que, a partir de dichas siglas, se pueda construir una alternativa de gobierno en Andalucía.

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Y no la hay porque el PP ha rechazado expresamente ser un partido andaluz, es decir, ha vuelto a cometer el mismo error que cometió en su día UCD. En el momento fundacional de la autonomía andaluza, la dirección de UCD, con la exclusión de Manuel Clavero, se plegó a la exigencia de la dirección nacional de que Andalucía accediera a la autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución. Aquella subordinación de la dirección andaluza a la dirección nacional le costó su supervivencia en Andalucía primero y en toda España después. La dirección del PP en Andalucía ha vuelto a cometer de manera reiterada el mismo error que cometió la dirección de UCD. Lo cometió en la legislatura de la pinza, forzando un adelanto electoral en 1996 que le costó la presidencia de la Junta de Andalucía a Javier Arenas. Lo volvió a cometer, con José María Aznar en la presidencia del Gobierno, en múltiples ocasiones: en la pelea sobre el reconocimiento del censo a efectos de financiación de la comunidad autónoma, en la negativa al pago de la deuda, en el rapto de CajaSur, en los recursos contra las pensiones no contributivas ante el Tribunal Constitucional, en la no transferencia de las políticas activas de empleo y en un largo etcétera. Y lo acaba de volver a cometer en el bloqueo al impulso democrático esta misma semana. Después de haber negociado a lo largo de semanas las medidas que se iban a incluir en el pacto para un impulso democrático, la dirección regional del PP se ha descolgado con una justificación incomprensible, que no hace más que traducir la negación de su condición de partido andaluz y su subordinación de nuevo a la dirección nacional. En la semana en que el PP en Madrid se ha ausentado del Congreso de los Diputados y su dirección ha declarado una guerra sin cuartel al Gobierno socialista, el PP en Andalucía no ha tenido el arrojo de distanciarse de la dirección nacional y hacer aquí lo que tenía que haber hecho.

El espacio que el PP está dejando, si es que no ha dejado ya, en el sistema político andaluz es enorme. Mayor todavía porque no se ve que haya ningún movimiento de renovación en el interior del partido. Los conflictos que están surgiendo en el interior del PP no son conflictos de futuro, sino conflictos del pasado. No hay en ellos nada que permita vislumbrar una propuesta con posibilidades de llegar a la ciudadanía, sino todo lo contrario. Las señales de vida que hay en el interior del PP son señales de vida en descomposición. El PA tiene ante sí una nueva posibilidad de insertarse como un partido relevante en el sistema político andaluz. Veremos si la nueva dirección es capaz de aprovechar la oportunidad o la tira por la borda, como lo hizo en su día Alejandro Rojas-Marcos.

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