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Columna
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El sarampión

Elvira Lindo

De todas las tonterías que uno puede decir en la vida, la mayoría se concentran en la adolescencia. Cuando uno mira hacia atrás se recuerda siempre con un poco de ironía y de sonrojo. Vayamos con un recuerdo: cinco adolescentes en un parque se pasan un porro, la conversación versa sobre temas de una profundidad dolorosa, de dónde somos, adónde vamos, de dónde venimos. Cuantas más caladas dan al porro, más extraordinarias son las respuestas. ¡Oh, juventud, edad de las pajas mentales (y de las otras)! Pero el tiempo pasa y la madurez nos trae respuestas a cada una de las preguntas. "De dónde venimos", del mono. "De dónde somos", de donde hicimos el bachillerato. "Adónde vamos", al hoyo, inexorablemente. No hay más. Bastantes misterios tiene la vida como para complicársela. Vista desde lejos, España, en el día de su Constitución, se parece a esa reunión de adolescentes que recuerdo. Bueno, no exactamente España, sino su clase política. Los veo así, un poco transportados, no por los efectos de un porro, sino por la vanidad del cargo, y haciéndose ese tipo de preguntas que a nosotros, los ciudadanos, nos quedan tan lejos: de dónde somos, adónde vamos, de dónde venimos. La diferencia es que mientras los padres piensan que la tontería adolescente es un sarampión pasajero, muchos ciudadanos españoles empiezan a temerse que el tema de nuestra identidad sea el único de aquí a la eternidad. El adolescente intenta reafirmarse en cada cosa que viste, de la chapa a la chupa. Se reafirma en cada detalle secundario. El político anda preocupado por el color de la bandera, el himno y la denominación exacta de su Estado. Si no fuera porque nos hemos habituado a que este tira y afloja sea permanente, lo suyo es que estuviéramos hasta las narices. Porque, igual que los adolescentes consiguen angustiar a sus padres, que temen lo peor, la clase política anda angustiando a cada momento a los ciudadanos, que temen que la confrontación vaya a más. Pero hay que tranquilizarse. Igual que los adolescentes, a pesar de esa empanada mental que parece conducirles al suicidio, duermen luego (en general) a pierna suelta y comen como borricos, los hombres de la patria, que andan a cada rato amenazando y victimizándose, viven divinamente, enfrascados en sus peleíllas y en esas preguntas trascendentales que nos convierten en el país más juvenil de Europa. Qué guay.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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