Un club desplomado
El equipo capitalino se ve acosado por las deudas y las investigaciones judiciales sobre los métodos contables de su presidente, Franco Sensi
El sueño futbolístico del centro y del sur de Italia es equilibrar el poder en un campeonato del que es dueño el norte, el Piamonte y la Lombardía, la Juve y el Milan, con las viejas incursiones del Inter en la época de Helenio Herrera y algún amago en la de Matthäus, Klinsmann y Brehme. Todos los intentos sureños se han visto quebrados. Durante un tiempo, el Roma y el Lazio, los dos equipos de la capital, dieron la sensación de resistirse. Participaron en el gigantesco mercado que significó la contratación de jugadores a precios prohibitivos. La respuesta funcionó. No de la manera poética del Nápoles de Maradona, el equipo que se atrevió radicalmente a desafiar a los colosos del norte, pero al menos con cierta eficacia. El Lazio ganó un campeonato. El Roma, otro. No les ha servido de nada. Lejos de asentarse como instituciones grandes, están en una crítica situación económica.
Totti está arrepentido de haberse quedado, y los demás jugadores también quieren irse
Hay una sensación de desbandada general en el Roma, cuya crisis se ha precipitado en los últimos meses. Las deudas acosan al club, entre investigaciones judiciales que ponen en cuestión los métodos contables y la honorabilidad de Franco Sensi, su presidente. El déficit es extraordinario. La quiebra se hace inminente. Por supuesto, el enfermo traslada su gravedad al campo, donde el equipo es un caos. A las primeras noticias de las dificultades económicas siguió la marcha de Fabio Capello al Juventus. Capello, que llevó al equipo al título en 2001, nunca ha sido un hombre acostumbrado a navegar entre crisis. Fue jugador del Roma, la Juve y el Milan y a los tres los ha dirigido. Como entrenador, siempre ha impuesto sus condiciones: contratar a cualquier precio a jugadores muy notables, establecer un poder inequívoco y salir pitando si hay señales de desfallecimiento. Así salió del Madrid y del Roma. Durante el verano fichó por la Juve y se llevó a Emerson, el jugador más sólido. Dicen los jugadores que ni les llamó para despedirse.
La decisión de Capello y Emerson sólo fue la consagración de algo que ocurre en la plantilla. Todos quieren marcharse. Su estrella, Totti, quería volar a otra parte, al Madrid con toda seguridad, en el que Florentino Pérez le había reservado un puesto entre sus estrellas. Pero Totti es más que un jugador en el Roma: es un tótem. Romano, criado en el club desde niño, el más querido de los aficionados, que le han visto como un mesías, no pudo marcharse del club. La presión de los aficionades fue tan aplastante que el presidente capituló. Pero la presencia de Totti no arregló las cosas en el equipo, desconcertado. A Capello le sucedió Cesare Prandelli, que se había ganado un buen crédito con su manejo del Parma. Dos semanas antes del arranque del campeonato, se le diagnosticó una enfermedad gravísima a su esposa y dimitió. Le sucedió el alemán Rudy Völler, ex delantero del Roma y especialmente querido por los aficionados.
Völler chocó con la plantilla desde el primer instante. No es difícil en un equipo en el que juegan Cassano, Panucci o Totti. Por lo que se refiere a Cassano, de tanto ingenio como irresponsabilidad, ha sido un dolor de cabeza constante para los entrenadores. Nacido en un barrio lumpen de Bari, forjado entre delincuentes notorios, nadie encuentra la manera de corregir los peores hábitos de Cassano, instalado en un conflicto permanente. Dio problemas a Capello, a Völler y ahora a Luigi del Neri, el nuevo técnico. Cuando las relaciones entre Völler y los jugadores llegaron a un punto explosivo, no hubo más remedio que sustituirle. Los resultados tampoco le ayudaban. El Roma perdía un partido sí y otro también.
Del Neri alcanzó notoriedad en el modesto Chievo de Verona, que pasó de la nada a Primera y con éxito además. Sus discrepancias con el Oporto le impidieron dirigirlo esta temporada. Su destino ha sido el Roma, en el que dispone de jugadores interesantes, pero sin deseo de seguir en el club. A Del Neri le llueven los problemas. Puede ser Cassano, Panucci o cualquiera que prepare la huida. Totti está arrepentido de quedarse. Ha perdido un año y caché.
El Roma, que una vez pretendió hacer frente al poder del norte, se ha encontrado con la vieja realidad del fútbol italiano: los éxitos de los equipos sureños son el preludio de desplomes imparables. Le ocurrió al Nápoles y quién sabe si no ocurrirá lo mismo con el Lazio y el Roma.
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