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Reportaje:Copa Davis 2004 | España levanta su segunda ensaladera

"Me dije: 'No puedo fallar"

Moyà confiesa que no habría podido considerarse un buen jugador de haber desaprovechado esta oportunidad

El Carlos Moyà que entró ayer en la pista era diferente al que salió de ella. Consiguió con brillantez el punto que daba la Copa Davis a España frente a un contrincante del calibre de Andy Roddick, al que no había vencido nunca: "La gente me decía que me estaba obsesionando con esto pero es mi manera de afrontar los problemas". Moyà sufrió mucho al no estar en la otra final ganada, a Australia, en 2000. Un pesar que le ha acompañado estos años, que le ha hecho madurar y que ayer se extinguió: "Estaba preparado mentalmente. Me dije; 'No puedo fallar. Si no aprovecho esta oportunidad, no me podré considerar un buen jugador". Moyà es desde ayer el líder de un equipo ganador con otra generación más joven que le considera un ejemplo.

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La cara del mallorquín tras la victoria no era la que se podría esperar. Seria, pero no grave; sin gestos exagerados o altisonantes. "Muchas veces me he despertado por la noche pensando en este día", dijo; "había que ganar. Era muy importante para mí. Me dije que iba a sobrevivir y lo conseguí". Moyà se declaró luego incapaz de explicar lo que sintió: "He estado esperando a que esto sucediera durante tanto tiempo que... Siempre pensé que, si alguna vez tenía que jugar el punto definitivo, no podría ni coger la raqueta, pero lo he hecho". Lo que sí admitió fue el respeto y los nervios que le suponían los miles de espectadores presentes: "Estaba nervioso mientras iba hacia la cancha y en calentamiento, pero se me pasó en cuanto se jugó el primer punto".

No se olvidó Moyà de agradecer a Rafael Nadal la paliza física a la que sometió a Roddick el viernes: "No sólo le ganó, sino que su victoria le afectó psicológicamente". El mallorquín sostuvo que su estrategia frente a Roddick se basó en que éste se tuviera que mover detrás de la pelota todo lo posible y en evitar su drive: "Creo que he tenido suerte, pero es un gran campeón y seguro que puede llegar a jugar muy bien en tierra batida".

Por su parte, Roddick demostró ser un deportista de una talla colosal, alguien de quien aprender muchas más cosas que su feroz golpeo de la pelota. Tras sus derrota ante Moyà, compareció ante los medios de comunicación escoltado por un hombre de traje azul y cable al oído y arropado por otro con ropa deportiva. Caminaba torpe, con la evidencia del dolor en la postura. Acababa de ser derrotado en una de las competiciones mayores del deporte mundial e iba a demostrar la pasta de la que están hechos los campeones. Felicitó y alabó al equipo español sin tomar ninguno de los atajos que le ofrecían algunos periodistas de su país, que le llegaron a preguntar hasta en ocho ocasiones sobre el posible perjuicio que el público y su bullicio habrían tenido sobre su juego: "Al final, lo que sucedió es que fueron mejores que nosotros. Se puede decir todo lo que se quiera, pero nos ganaron. Es tan simple como eso".

Tampoco quiso Roddick escudarse en malestares físicos y negó que el tirón que sufrió en una de sus piernas mientras disputaba el segundo set le afectara. Pero el que no cargara contra el comportamiento en las gradas no significa que no dejara claro su sorpresa. Aseguró que, tras jugar el año pasado frente al equipo francés en París, pensó que nunca vería nada similar: "El viernes me quedé un poco sorprendido, pero creo que hoy he conseguido aislarme bastante del ambiente". No obstante, confesó que había pasado bastante miedo cuando un espontáneo invadió la pista, ya que pensaba que llevaba un bate en la mano, y se tuvo que contener para no atraparle él mismo.

Los cuatro tenistas y los tres capitanes del equipo español mantuvieron una actitud sorprendentemente desangelada tras el jolgorio vivido a pie de pista y dentro los vestuarios. Juan Carlos Ferrero no podía esconder su cara de palo y tampoco le hacia demasiada gracia que le preguntaran por ella. "Yo estoy igual de contento que ellos, pero te has fijado en mí", le soltó bruscamente a una reportera; "es mi segunda Ensaladera y con 24 años. Así que creo que está muy bien".

Los últimos en dar su opinión fueron el capitán estadounidense, Patrick McEnroe, y Mandy Fish, que acababa de lograr una victoria inútil sobre Tommy Robredo. Tras bromear sobre el partido de béisbol que habían jugado técnicos y jugadores sobre el césped del estadio de La Cartuja -"he perdido las dos cosas"-, McEnroe aseguró que este tipo de competiciones ayudan a que los jugadores estadounidenses sean más completos y dijo que estaba muy orgulloso del comportamiento del equipo "ante los mejores del mundo en tierra batida". Opinó también que el más favorecido por estas experiencias es Roddick: "[El suizo Roger] Federer ha llevado el juego a un nivel diferente y Andy está haciendo todo lo posible para mejorar. Eso es algo de lo que puede estar muy orgulloso". Finalmente, McEnroe quiso acabar de una vez por todas con el tema de la posible influencia del público en la final y sentenció: "Ha estado fantástico y ha sido correcto en todo momento. No nos podía haber tratado mejor".

Andy Roddick devuelve una bola.
Andy Roddick devuelve una bola.REUTERS

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