Miserias de uniforme
De la cretona de mamá a la aridez híspida de la lona militar va un espacio sideral que malvivió y padeció el jovencito que fue alguna vez Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), y de ese salto, y del miedo angustioso y de la vulnerabilidad, trata en este libro de memorias, una suerte de relato de infancia que llega hasta la primera juventud y su servicio militar en 1970, pero que empieza allá por los campamentos del Frente de Juventudes y la fijación que demostraron con las marchas, el orden militar, la masculinidad boscosa y sórdida. El entusiasmo por la naturaleza y el ejercicio físico es una cosa que en este libro se antoja muy fascista, a mí me pasa igual, pero no acaba de arrancar Villena las dosis de introspección, de mala leche o de valentía que pudiera esperar un lector habitual de sus poemas, de sus novelas, de sus novelas autobiográficas o semiautobiográficas. La prosa en el fondo está recatada, como compungida o quizá en el fondo afectada todavía del miedo que pasó, del sentimiento de marginalidad y diferencia con que hubo de ir sorteando los obstáculos en uno y otro campamento, por mucho que su servicio militar tuvo todas las notas para ser benigno o menos hostigante de lo que otros han contado, y muy bien contado, como el Ardor guerrero, de Antonio Muñoz Molina. No hay culpa ahí, por supuesto, y aplaudo la astucia o la fortuna capaz de aliviar la rigurosa y estricta inmoralidad cuartelaria, pero quizá acaba resultando un texto excesivamente neutralizado, como si la delicadeza que pide la experiencia del muchacho frente al trasiego de niños y hombres medio desnudos o a medio vestir o a punto de volver a vestirse, entrando y saliendo de las duchas, acabase dejando al libro demasiado cerca de un libro informativo y demasido lejos de un ensayo autobiográfico con vigor literario.
PATRIA Y SEXO
Luis Antonio de Villena
Barcelona. Seix Barral, 2004
253 páginas. 16 euros
No ha de bastar a Luis Anto-
nio de Villena haber escrito un libro útil para curiosos sobre la depredación moral que practicó el franquismo y sus instituciones para alimentarse (o retroalimentarse), aunque no deje de disfrutarse con los avatares que pasan algunos colegas de penurias como Luis Alberto de Cuenca o José García Velasco. Puede que el lirismo de algunos pasajes se acabe comiendo un filo introspectivo más duro o quizá manda demasiado la mirada calculadora del adulto, como si el escritor hubiese rebajado la efectividad de sus mejores armas literarias para meterse en un asunto verdaderamente personal y decisivo. No diré que haya desgana en la escritura, pero las ganas que hay siguen atenazadas o demasiado dañadas aun por la memoria del miedo y de la homosexualidad gravada con costes extra. Yo me quedo sin duda con las páginas condenatorias de una aberrante educación religiosa, la que vivió en el colegio de curas, y los chispazos reflexivos que en torno al miedo y la sensibilidad asustada de un muchacho, no sólo de un niño, deja el volumen, y alguna vez la voz sin recato de un hombre harto: "¡Dios -su Dios- los reduzca para siempre a ceniza!".
![Campamento de la OJE, en la sierra de Gredos en 1971.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CQM7TI5UMZXTY5YSO66OR7UVJA.jpg?auth=6f2ff70c264c1c9a3979652fe3b3215a9bf739f6dc4df9ff8d3dc6b833d2420c&width=414)
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![Jordi Gracia](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F436834ea-d8c5-4577-9607-b86cc03ced61.png?auth=1cda0422acf371a1821751363b83124d3a9adb824a62f7657418e3e53fc092e5&width=100&height=100&smart=true)