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VISTO / OÍDO
Columna
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El diablo amarillo

Ha vuelto el diablo amarillo: los recuerdos del molesto tiempo del bachillerato -la infancia es desagradable; y le quieren prohibir más, para que no pueda madurar y enterarse de las mentiras adultas- vuelven ahora, en esta guerra fría. Entonces eran las novelas de Fu Manchú, y las de Wulichang, y los dibujos animados con Popeye a hostias con un malvado amarillo (hostia: 3. f. vulg. malson. Golpe, trastazo, bofetada. Academia). Qué mala persona era Anna May Wong, china de lavandería en Los Ángeles, estrella de Hollywood con uñas largas y morbosas en Las calles de Shanghai, en Linterna roja. El cine descubrió que las leyes morales se podían transgredir si la mala mujer era china; y si los senos eran de negra africana (más animal que humana para el censor). Coincidía: a) con la cuestión china, la guerra entre los comunistas y los tolerables de Mao Zedong y b) con el rearme de Japón, la propaganda americana se lanzaba al mundo por su cine, por la aparente vía inocua de las películas de aventuras y de dibujos. Un ratón, Mickey, podía ser una representación del americano valiente si su enemigo era un amarillo.

El precio del petróleo sube porque China consume un 30% de todo, no por la guerra de Bush y sus Popeyes Aznar y Blair. Algunos países americanos van a sostener su comunismo propio, porque Hu Jintao, presidente de China, va a darles lo que nuestro Joaquín Estefanía llama un Plan Marshall. Y a Cuba y Venezuela. Muchísimo más, porque lo tiene, que Europa, a la que nuestro Gobierno dice que hay que ayudar, porque sabe el fondo de la cuestión. Y los otros rebrotan la cuestión del comunismo: que China es comunista, que tiene un partido del cual es presidente este Mr. Marshall. Se había olvidado, o convertido en una falsa verdad, y la duplicidad todavía se mantiene: la bella China de hoy, con sus luminosos, sus películas prodigiosas, no puede ser comunista, decían. Por lo menos, no es capitalista, tiene otro sistema, y aunque sea la de la plaza de Tiananmen, y la que cede órganos de sus ejecutados para trasplantes, ya es protagonista. ¿Qué hará Bush? ¿Se equivocó de enemigo? Sus paces con China ¿se acabarán? O quizá los chinos no puedan competir en la "América de los americanos" (Monroe). Y el suave Moratinos, Zapatero, sepan lo que están haciendo.

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