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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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La selva

Hace unos días dos chicas murieron en el incendio provocado de una chabola en Santurtzi. Se acusa a un adolescente despechado por el dilema machista: o mía o de la fría muerte. Eso es lo que han publicado los periódicos tras la detención del joven por la Ertzaintza.

No le ha faltado tiempo a cierta gente para decir: "¿pero cómo es posible que ese chico no estuviera recluido?" En este siglo veintiuno de las maravillas, cuando un joven comete un acto horrendo se busca en seguida un gato a quien responsabilizar, que suele ser por este orden, el Estado, los maestros y la sociedad en sentido difuso.

Esta vez el detenido había sido alumno de una compañera, que no acaba de hacerse a la idea de lo sucedido, porque ni siquiera le tenía entre los más marginales. Una vez más me he encontrado mirando a esas criaturas que están ante mí en sus pupitres: ¿alguno de estos atravesará la delgada y casi invisible línea de tiza que separa la sociedad civilizada del mundo salvaje? Y ¿cómo saberlo? ¿Cómo predecir esas situaciones y qué hacer aunque lo intuyese? No estamos dentro de la película Minority Report, donde existía un cuerpo de policía para detener a futuros criminales. La acción transcurría en el futuro, nunca mejor dicho. Pero bien podría haber sucedido en el pasado de la Inquisición o de las cazas de brujas. Y cerca de nosotros, en la comisión de investigación del 11-M ya hemos visto a un diputado hacer llorar a algún policía por no haber visto -es decir, por no haber previsto- lo que aún estaba por suceder ante sus ojos.

En realidad la selva es eso que empieza al otro lado de la autopista. Basta con equivocarse de salida para entrar en el mundo en que rigen reglas salvajes. Porque no hay que pensar que un mundo salvaje carece de reglas. Tiene las suyas; generalmente impuestas por el terror de un jefe de tribu o de un cabecilla de banda criminal.

Las sociedades de adolescentes marginales, suelen estar muy reguladas, aunque consten de pocos individuos: incluso dos o tres en una chabola. Pero no hay norma si nadie sanciona su incumplimiento. También ocurre en el agreste espacio oculto entre los costurones de cemento. Allí donde una chica puede ser condenada a morir en la pira. Siglo veinte "se ha mezclao la vida como en la vidriera de los cambalaches". En el siglo veintiuno se nos ha mezclao la vida de la ciudad y la de la jungla salvaje.

Todo son culturas de la diversidad. Los aztecas precolombinos reclaman el derecho de antena en el Fórum de Barcelona para explicarnos las razones de sus rituales de sacrificios humanos. Y los antiguos asirios desean que escuchemos el relato de su peculiar costumbre de despellejar vivos a sus prisioneros. Sólo tendríamos que preocuparnos de programarlo fuera de la hora de audiencia infantil.

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