_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Subsuelo

Al regreso de un viaje, leo con detalle dos noticias originadas en Cataluña, aunque de alcance más amplio. De la primera supongo enterado a todo el mundo: la confirmación por parte de la comunidad científica internacional de que los restos hallados en un vertedero de Hostalets de Pierola corresponden a quien podría ser el ancestro común del hombre y el mono. Si bien con esto no puede afirmarse que dicho eslabón era catalán, sí queda establecido que el sujeto en cuestión anduvo por estas tierras en calidad de aborigen asentado o transeúnte.

La segunda noticia también trasciende el ámbito local, aunque no tanto. Es la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas a mi amigo Carlos Pazos. Acostumbrado a que lo que produce perplejidad rara vez obtiene respeto, esta concesión me alegra doblemente.

Pazos trabaja con materiales que también extrae, en cierto sentido, de los vertederos humanos: subproductos comerciales que son, a su modo, eslabones perdidos, vías muertas hacia el apartadero donde va a dar lo inadecuado, lo feo y lo inútil. Pequeños souvenirs de aeropuerto o tenderete, objetos de regalo y artículos suntuarios de ínfima calidad y peor diseño, a medio camino entre el ridículo y el espanto. La humilde fantasía del pobre y del ignorante que se resiste a quedar excluido de una sociedad de consumo cuyos productos de calidad le están vedados. Combinándolos, transformándolos y otorgándoles un rango para el que no fueron concebidos, Pazos construye un museo que podría ser horroroso y patético si no lo gobernaran el humor y la compasión. Es la visión de Pazos la que les otorga in extremis la limitada dignidad de los perdedores inocentes.

Por el subsuelo de una Cataluña que se crispa, ora y labora buscando un acomodo en el concierto general del universo, se encuentran seres de esta oscura especie. Uno que vino de no se sabe dónde, aquí se buscó la vida y a ciencia cierta aquí murió hace 13 millones de años. Objetos infortunados, recién fabricados, que son de todas partes y de ninguna. Cuando se acalla el discurso oficial, uno se reconoce en estos personajes aparcados, anónimos, frutos del azar y del apremio, que han ocupado el mismo lugar que nosotros de una manera fugaz, sobre fondo blanco y sin contexto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_