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Entrevista:JUAN MAYORGA | Dramaturgo

"El teatro está antes de la palabra"

Es una de las voces más sólidas y firmes de la nueva autoría teatral española. Juan Mayorga (Madrid, 1965), además de matemático, filósofo y profesor de la Escuela de Arte Dramático (Resad), es uno de los dramaturgos que vienen a tomar el relevo a hombres como Buero Vallejo, Francisco Nieva, Alfonso Sastre o Sanchis Sinisterra. Acaba de estrenar en el Centro Dramático Nacional (CDN) Himmelweg (Camino del cielo), un lúcido análisis sobre la mentira que encierra la verdad, con dirección de Antoni Simón, al tiempo que su obra Animales nocturnos, dirigida por Juan Pastor, se representa en La Guindalera, una sala alternativa madrileña. Además, dos de sus textos puestos en pie por la incisiva compañía Animalario y su director de cabecera, Andrés Lima, han iniciado una gira por España: Últimas palabras de Copito de Nieve, una reflexión de un primate pensador sobre la condición humana, y la galardonada Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente, escrita junto con Juan Cavestany.

"El teatro es un arte político. Es imposible hacer teatro y no hacer política"
"El autor debe escribir para directores y actores que no han llegado aún"

Llegó al teatro sin intención de recorrer el camino que está haciendo. "Sólo era un espectador ingenuo, pero descubrí la escritura teatral y me fascinó, es un territorio donde la mía no es la última palabra, sino que nace para ser reinterpretada y desplazada por el director y sobre todo por los actores, porque nuestro arte es el arte del actor", señala Mayorga, quien, con 23 años, obtuvo un premio con su obra Siete hombres buenos, que le hizo entrar en contacto con el mundo del teatro.

Piensa que es bueno que el autor conozca que escribe para el cuerpo de los actores, pero tomando distancia: "El autor debe desafiar al sistema teatral y tensionarlo, debe escribir para actores y directores que no han llegado aún; si Valle hubiera escrito para su sistema teatral, hubiera sido inferior a sus posibilidades".

Es licenciado en Filosofía y en Matemáticas, áreas en las que ha ampliado estudios en Alemania y Francia. Padre de dos hijos y casado con una matemática doctora en economía, su investigación filosófica le ha llevado a publicar numerosos trabajos, el más importante de los cuales es Revolución conservadora y conservación revolucionaria. Política y memoria en Walter Benjamin (Editorial Anthropos, 2003).

Afirma que sólo tiene un oficio: "No hay tanta diferencia entre filosofía, matemáticas y teatro". Y aclara: "Filosofía y teatro coinciden en su horizonte aunque discrepen en sus medios, ambos lanzan una mirada veraz sobre una realidad que hay que desenmascarar y el teatro tiene una función filosófica, pues se ocupa de la verdad y la desenmascara". "La escritura matemática", añade, "es una escritura de precisión, y la teatral, también. El matemático trabaja con escasos elementos y ha de atender a una composición, y tanto la economía como la atención a la composición son precisamente rasgos del dramaturgo", dice Mayorga, quien también apunta la distancia entre ambos reinos: "El reino de la filosofía pertenece al campo de la abstracción, y el teatro, al de lo concreto; el mejor teatro de ideas es el capaz de hacer concreto lo abstracto, como Sófocles en Antígona o Calderón en La vida es sueño. No ponen el teatro al servicio de unas ideas preconcebidas por el autor, sino que apelan a la inteligencia del espectador, abren preguntas, provocan reflexiones".

Para Mayorga, en un teatro de ideas lo importante es las que tenga el espectador: "Que extrae a partir del escenario o contra el escenario, porque hay un teatro capaz de abrir problemas en el patio de butacas; el mejor teatro, como la mejor filosofía, tiene un carácter dialógico, es capaz de presentar posiciones y visiones del hombre en conflicto". "Hay que tratar a los espectadores como personas inteligentes que pueden ser desafiadas e interpeladas; el autor no puede limitarse a satisfacer el apetito del público", precisa.

Mayorga, cuya obra está traducida a una docena de idiomas, y que también versiona a los clásicos (su Fuenteovejuna se estrenará en el teatro Nacional de Cataluña), ultima Hamelin, obra que Lima dirigirá en el teatro de la Abadía, donde ya estuvo hace un año con Sonámbulo, una obra basada en textos de Alberti.

Defiende que el teatro no mire con complejo al cine: "Son artes distintos, el teatro es capaz de representar cualquier experiencia humana y para ello no ha de competir con tecnologías". Y añade: "El teatro es la forma más elemental de representación, está antes de la palabra y en su elementalidad es un arte de futuro; para que se dé teatro basta con que el actor nos convoque". Esta teoría es la que lleva a Mayorga a pensar que el teatro es independiente de las condiciones económicas y se puede convertir en un muy poderoso núcleo de resistencia.

Fue el autor elegido para escribir el manifiesto que artistas españoles, convocados por la Plataforma Cultura contra la Guerra, leyeron ante el Ministerio de Cultura el Día Mundial del Teatro en 2003. Las primeras palabras eran: "El teatro es un arte político. Es imposible hacer teatro y no hacer política". Mayorga defiende la función social del teatro: "Se dirige a la comunidad, se puede hacer novela, poesía o incluso cine para el individuo aislado, pero no se hace teatro para un individuo, y eso hace que el arte teatral sea especialmente sensible a las preocupaciones colectivas, y cuando éstas son urgentes, como sucedió en la pasada y presente guerra de Irak, el teatro, con capacidad de reaccionar de forma inmediata, debe estar alerta y dar una respuesta", dice este autor, que afirma no perder su vocación de ciudadano al escribir: "Mi teatro tiene un índice moral y político y no renuncio ni a lo uno ni a lo otro, siendo consciente de que un teatro con buenas intenciones puede ser estéticamente inválido y un teatro amoral o inmoral puede ser hermoso".

Habla del teatro como del arte colectivo por antonomasia. "Se requiere de cada uno de sus agentes generosidad y saber retirarse para que entre el oficio del otro", afirma este profesional, que cree que se vive un buen momento en la literatura dramática española, con autores y textos importantes que no siempre llegan a escena o lo hacen en condiciones inferiores a las que se merecen: "Hay generaciones de autores, que tienen entre 50 y 80 años, con los que el sistema teatral no ha estado a la altura del valor de su dramaturgia y hay que recuperarlos".

Le gusta ejercer la enseñanza y se aferra a las palabras de Walter Benjamin: "Decía que la escuela no debe ser el lugar en que una generación domine sobre otra, sino el lugar donde dos generaciones se encuentren, y eso es una hermosa idea".

El dramaturgo Juan Mayorga.
El dramaturgo Juan Mayorga.ULY MARTÍN

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