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Manuel, del barco a la freiduría

La vida de Manuel no es la misma que hace cinco años. Ya no se mueve entre jureles, anchoas, caballas y boquerones frescos. Ahora lo hace entre merluzas recién rebozadas, cazón en adobo y tortillitas de camarones. Ha cambiado las redes del barco con las que trabajaba en aguas de Marruecos por las pinzas para rescatar el pescado en el aceite hirviendo de su freiduría. Manuel Sánchez forma parte de la treintena de marineros que se acogió a las ayudas ofrecidas por las administraciones para diversificar la economía de los municipios más afectados por la pérdida del caladero marroquí. Una subvención que le ha permitido abrir su propio negocio: la Freiduría Sánchez.

Manuel tiene 44 años y vive en Barbate. Fue uno de los pescadores que se agarró a las subvenciones para ver la luz al final del camino para hacer frente a la crisis. Desde que no salía ya a faenar, supo que tenía que idear algo, que tenía que buscarse la vida.

Al no poder faenar en Marruecos, los barcos, aquellos que no se desguazaron, redujeron personal. Manuel encontró trabajo de camarero y de señalista en las obras de la autovía Jerez-Los Barrios. Pensaba entonces en su mujer y en su hijo, ahora de 17 años. Sabía además que la prosperidad que buscaba ya no estaba en el barco, donde había faenado media vida, desde los 16. Tras conocer la posibilidad que tenía de acogerse al programa de ayudas a la diversificación, apostó fuerte por un proyecto personal, el de abrir una freiduría en su pueblo, con la innovación de ofrecer un servicio a domicilio. Su idea fue aprobada, finalmente, en 2003. Hace un año que inauguró la Freiduría Sánchez y, de momento, le va bien. "Pagamos lo que debemos, tenemos para comer y lo justo para guardar un poquito", asegura.

Como Manuel, una treintena de tripulantes barbateños también se acogió a este programa. Otros se hicieron albañiles o fontaneros, algunos emigraron y muchos siguen en el barco. Es el caso de Sebastián Narváez, Chano como le conocen en la cofradía de pescadores, quien sigue faenando, a pesar de las dificultades. Tiene 52 años y, desde los 13, ha trabajado en la mar. "No sé hacer otra cosa y, a mi edad, no voy a buscar otro empleo", explica. El Folfo de Cádiz es ahora su escenario laboral. Menos pesca, menos compañeros y muchas más penurias. "No hay futuro si esto sigue así", comenta mientras charla con sus amigos en la cafetería de la cofradía, donde suelen ahora reunirse los profesionales del mar, en estas semanas de paro biológico.

Tras la pérdida del caladero marroquí, las administraciones se apresuraron en anunciar rápidas medidas para favorecer la diversificación de la economía barbateña. Entre ellas, dos polígonos industriales y hoteles. Pero, cinco años después, no se han terminado. Otro problema añadido es la falta de formación.

El alcalde de Barbate, Juan Manuel de Jesús, del PP, se ha quejado muchas veces de la falta de apuesta política por educar a los jóvenes de este municipio en otras profesiones, las que se pretenden crear en un inmediato futuro. Habla, incluso, de una generación perdida, sin empleo, sin formación y con la amenazante tentación del dinero fácil como consecuencia del constante tráfico de hachís en la zona.

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