_
_
_
_
CARNETS DE LECTURA | A PIE DE PÁGINA

Teoría al andar

Enrique Vila-Matas

Hubo una época, a principios de los setenta, en la que se divulgó la idea de que, en un estado ideal, teoría y práctica vendrían a ser lo mismo. Me encantó ayer encontrar un ejemplar de la revista VH 101 del verano de 1970 (en España editado en libro por Anagrama en 1971), donde se publicaron 13 encendidas entrevistas en torno al tema general de la teoría, entonces muy en boga. Participaban ahí, entre otros, Barthes, Robbe-Grillet y Sollers. Esa revista la había leído yo con un grandioso interés en su momento, como lo prueba el viejo ejemplar encontrado ayer, atiborrado de subrayados y consignas. En esos días, la teoría me seducía porque me evitaba pasar a la siempre engorrosa práctica de, por ejemplo, tener que escribir un relato. La teoría era una coartada perfecta y devoré con entusiasmo las 13 entrevistas de VH 101. Barthes lo tenía todo muy claro: "El hombre ya no tendrá necesidad de un discurso de tipo reflexivo o intelectual. La teoría estará en la propia revolución, y a partir de aquí ya no habrá motivos para oponer la teoría a la práctica".

El narrador tiene que tratar de inventar una teoría nueva sobre la literatura

Para Philippe Sollers, la teoría de la escritura se proponía disolver la propiedad que un creador cree tener sobre sus producciones: "Hay que hacer desaparecer al señor que se pasea por todas partes con su nombre propio, que es propietario de su producto, que lo convierte en una mercancía estética, literaria, musical o pictórica".

Hoy, estas palabras de Sollers me hacen pensar más en las admirables desapariciones de señores como Salinger o Pynchon que en creadores ridículos, convencidos de que son propietarios de sus inconscientes. Como está teóricamente demostrado que todo cambia, creo que haríamos bien de no olvidarnos nunca de la natural inseguridad de nuestras costumbres y opiniones. Después de todo, es una inseguridad totalmente natural y a veces es mejor acogerse a ella, como hacía Robbe-Grillet en su entrevista de VH 101, la que tal vez por eso mejor ha resistido el paso del tiempo: "¿Una teoría es un conjunto coherente de métodos que permiten actuar o comprender el mundo? En este caso, no tengo teoría. Empecé escribiendo novelas. Las críticas que me dirigieron los especialistas de la literatura me hicieron ver que ellos tenían una teoría sobre lo que debía ser una novela. Yo no sabía lo que debía ser. A mí sólo se me ocurría que había que inventarla".

Estas palabras no las habría dicho Robbe-Grillet si no fuera un gran teórico. Y no iban, por supuesto, contra la teoría. Sólo hablaban de que todo verdadero narrador tiene que tratar de inventar una teoría nueva sobre la literatura y hacerlo a partir de la obra que, llevándola a la práctica, nos propone. Podríamos decir que hay que hacer teoría al andar, pero, eso sí, contando siempre con ella, con la teoría. Pues esos creadores modernos que huyen de ella tienen en esta actitud su primer talón de Aquiles. Y es que sólo los narradores que le han concedido atención a la teoría están conectados con la idea, precisamente teórica, de que la literatura es el medio y el lugar por excelencia donde más poderosamente se expresa nuestra condición. Los otros están entretenidos entreteniendo o hablando de lo mucho que quieren a su mamá. Están ahí con sus códigos góticos y sus sábanas blancas y con un desprecio manifiesto (lo vemos en múltiples entrevistas en estos últimos tiempos) hacia todo tipo de conceptos teóricos que les puedan arruinar el negocio. Debido a actitudes como éstas, que son jaleadas últimamente por gran número de libreros, muchos editores y abundantes medios de comunicación, el momento para la literatura es de voltaje de baja intensidad y de insulto a la inteligencia. Pero como suele ocurrir en épocas poco luminosas, la responsabilidad de lo que Blanchot llamaba custodiar la luz recae en unos pocos, que están ofreciendo, también en nuestros días, obras al límite de la ruptura (ver la última novela de Bolaño) y como iluminadas por la tan temida teoría, que se ha visto una vez más obligada por las circunstancias a volver al ruedo para detener la marcha triunfal de la estupidez.

FERNANDO VICENTE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_