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VISTO / OÍDO
Columna
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Mi salud y el Estado

No soy una "unidad de gasto", como llaman a los ancianos; tributo por derechos de autor con multa porque no siempre pago a tiempo: escribir en España es llorar, decía Larra, y se suicidó. No puedo agradecer mucho al Estado que reduzca el precio de las medicinas un 1%: me las da él. Y el médico, y el practicante, que da cachetes a mis distinguidas nalgas. Estoy inscrito en la SS desde que se fundó, y en la Asociación de la Prensa hasta ser socio de honor (el honor se concede en relación al número de años: no hay más metafísica). Estoy nacionalizado y, por lo tanto, protegido. Desde todas partes, por todos los medios, el Estado me exige que no enferme: ni alcohol, ni drogas ni tabaco. Me lo va prohibiendo, excepto cuando el consumo redunda en su beneficio. Si enfermase, como soy resistente a morir, le costaría mucho dinero.

Preferiría yo que el Estado nacionalizase las empresas en vez de los individuos: sobre todo las de la salud. Ni un laboratorio privado, ni un hospital ni una enfermera: todos trabajadores públicos. Dicen que eso sería una desgracia: sin el estímulo de que mi cuerpo, larguirucho y cansino, se fuera pronto, me atenderían muy mal. Dicen que muchos sanitarios ya lo hacen, y cuentan los minutos de cada paciente. Dicen que nada funcionaría (¡pero si nada funciona!). La medicina soviética fue famosa, y lo es la cubana, y están nacionalizadas. Aquí no se puede. Estamos en el mundo de la concurrencia libre. No se nacionalizan empresas, sino personas: todas. El Estado va a gastar un 1% menos en las medicinas; se baja él mismo el precio de lo que ha de pagar, y se escuchan ya protestas de los que recibirán menos. Laboratorios, farmacias... Pero tienen a su disposición los medios que el sistema permite: despedir personal, por ejemplo. O hacer envases más pequeños, o no sé qué: no he nacido para reducir gastos, y tengo la sensación de que mis familias tampoco.

Ni el Estado me protege especialmente. Legisla para la juventud, la mujer, la infancia. (Ah, aunque use la primera persona, no hablo concretamente de mí, sino de todos. De los ciudadanos nacionalizados, fritos a multas para que no pongan en peligro la medicina social).

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