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Reportaje:

Médicos militares relatan el horror del asalto a Faluya

El bloqueo informativo se repite en la operación de Latifiya, sin cifras de víctimas

Sin información ni cifras sobre víctimas civiles en Faluya, comienzan a emerger detalles de la crudeza de los combates. José Ramírez, oficial de tercera adscrito a la compañía quirúrgica Bravo, asegura que el horror de lo visto le acompañará de por vida. Al sur, en Latifiya, prosigue una segunda operación abierta por 5.000 soldados estadounidenses y británicos para acabar con los focos de insurgencia. En ella se aplica la misma táctica: silencio informativo.

La primera vez que José Ramírez vio un cuerpo humano destrozado por un proyectil le llevó horas recuperar la calma. Nada en su entrenamiento médico le había preparado para enfrentarse a la muerte. "He visto gente morir antes de alcanzar la mesa de operaciones. (...) No me afecta cuando trabajo con el paciente. Pero después, cuando limpiamos la sala y hay sangre en el suelo y veo a alguien llevarse un trozo de pierna o de brazo, sé que esas imágenes estarán conmigo el resto de mi vida", dice. 51 marines han perdido la vida en la batalla y 425 han resultado heridos desde la madrugada del 8 de noviembre, según las cifras oficiales; la de presuntos insurgentes muertos sobrepasa los 1.500. Ni una palabra sobre los civiles.

Aunque el mando militar estadounidense asegura que controla la ciudad, persisten los problemas: los soldados van casa por casa buscando insurgentes y esas misiones a veces tienen consecuencias mortales.

El marine Davi Allen tuvo suerte, sobrevivió y ahora se recupera de las heridas en el hospital donde trabaja Ramírez. Allen explica que su unidad fue atacada desde la cocina mientras regristraba una casa. Cuando se dio cuenta vio cómo una granada de mano rodaba por el suelo. Las ventanas tenían barrotes y el explosivo estaba demasiado cerca de la puerta. "Me agaché en una esquina y esperé. La granada explotó detrás". Dos marines perdieron la vida y otros dos resultaron heridos. Allen llegó a la mesa del quirófano con 24 piezas de metralla incrustados en el cuerpo. Uno de los que le trataron era Ramírez. "Sabía que me iba a pasar", dice, "sólo deseo regresar a casa". En el hospital de campaña de la compañía Bravo han visto a todos los heridos y muertos de la operación Faluya.

Algunos llegaron con heridas abiertas que demuestran combates que se han desarrollado a corta distancia. "Son heridas terribles", confiesa el oficial Damon Sanders, que está al frente del equipo de estabilización. "Cuando nos dijeron que íbamos a atacar esperábamos heridos de bala, no gente sin brazos por una explosión", apunta Ramírez. Sanders asegura que lo peor llegó hace unos días, cuando se combatía en los barrios del sur de Faluya. "Ésta es una experiencia terrible que al compartirla nos convierte en una familia. Nos veremos dentro de 10 años y no se pronunciará una sola palabra".

Mientras, ayer prosiguieron los combates en el sur de Bagdad, en Latifiya y Mahmudiya. Los 5.000 soldados estadounidenses, británicos y algunas unidades iraquíes avanzan casa por casa. Se habla de 45 detenidos, pero tampoco de víctimas. El objetivo es evitar que los rebeldes huidos de Faluya se reorganicen en otra zona.

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Por otra parte, El Ejército de Estados Unidos anunció ayer que ha reemplazado al general que, tras el escándalo por los abusos cometidos en la prisión Abu Ghraib, estuvo a cargo de las prisiones estadounidenses en Irak, informa Efe. Las autoridades castrenses han decidido trasladar al general Geoffrey Miller a un puesto en Washington, pero insistieron en que el cambio es sólo parte de una rotación de altos oficiales del Ejército.

Varios iraquíes observan el cadáver quemado de un suicida bajo los restos de un coche bomba.
Varios iraquíes observan el cadáver quemado de un suicida bajo los restos de un coche bomba.REUTERS

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