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Reportaje:LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M

Lamari: "Ha llegado mi fin. A mí no me cogerán vivo"

El séptimo suicida de Leganés se despidió por teléfono de su amigo Sabagh el 27 de marzo

Jorge A. Rodríguez

El 27 de marzo, Safwan Sabagh recibió una llamada en su tienda de pollos de la avenida del Puerto de Valencia: "Di a los hermanos que recen por mí. A mí nunca me cogerán vivo, ha llegado mi fin". Al otro lado de la línea se hallaba su amigo Allekema Lamari, el argelino que 16 días antes había perpetrado los atentados contra varios trenes de cercanías en Madrid y que siete días después se suicidó con otros seis terroristas en Leganés, mientras centenares de policías, mandados a pie de calle por Agustín Díaz de Mera, entonces director general de la Policía, lo tenían rodeado. Lamari cumplía su palabra el 3 de abril.

El argelino Lamari y el sirio Sabagh eran amigos de antiguo. Se conocieron en Valencia antes de que Lamari (Argel, 10 de julio de 1965) fuera detenido en dicha ciudad en abril de 1997, en el curso de la Operación Apreciate contra la estructura internacional del Grupo Islámico Armado (GIA). Al año siguiente, cuando el argelino seguía en prisión, le pidió a su amigo el pollero que le enviara a la cárcel de A Lama (Pontevedra) el libro Creencia de Fe.

El argelino no contestó a la pregunta de su amigo de si había participado en el 11-M
Lamari le preguntó a Safwan Sabagh cómo estaban los "hermanos" presos
El argelino estuvo en 2003 en Valencia con El Tunecino y el huido Mohamed Afalah
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La huella del sirio quedó grabada en las páginas del libro, de tal modo que cuando el volumen fue localizado entre los escombros del piso de los suicidas de Leganés, aún seguía allí. Pero, además, los números del teléfono móvil de Sabagh y del fijo del asador de pollos estaban anotados a mano en un papel encontrado en el interior del vehículo Skoda Fabia vinculado al 11-M que la policía encontró con retraso y que había estado aparcado en las inmediaciones de la estación de Alcalá de Henares (Madrid), de la que partieron los terroristas que acabaron asesinando a 192 personas (incluido el geo Francisco Javier Torronteras, al que mataron en Leganés).

Safwan Sabagh fue detenido en agosto pasado para que diera explicaciones sobre por qué estaban sus huellas y sus teléfonos rodeando todo lo que sonara a Allekema Lamari. Y el sirio explicó un montón de cosas al juez Juan del Olmo, que acabó dejándolo en libertad, aunque con la obligación de acudir periódicamente al juzgado.

El sirio le contó al juez que a finales del año pasado, en una fecha que no recordaba con exactitud, se presentó en su tienda a comprar pollos un tipo que se identificó como amigo de Lamari y que decía llamarse Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino. No mucho más tarde fue el propio Lamari el que se pasó por el asador, esta vez acompañado de su escudero, Mohamed Afalah, quien huyó precipitadamente de Leganés poco antes del suicidio colectivo del comando terrorista.

En realidad, Lamari no debía haber estado ahí, en Valencia, que había sido su zona habitual de trabajo antes de que fuera detenido. Si la justicia hubiera funcionado correctamente, el argelino tendría que seguir estando en la cárcel, ya que fue excarcelado irregularmente en junio de 2002. De hecho, estaba en busca y captura desde el 18 de julio de 2003, ya que la Audiencia Nacional lo buscaba para que siguiera cumpliendo la condena que le quedaba pendiente.

En la visita a la pollería, Lamari le preguntó por cómo se encontraban "los hermanos" que estaban encarcelados. Se refería, entre otros, a su amigo Abdelkrim Benesmail, preso en Villabona (Asturias), a quien Sabagh le había mandado dinero en algunas ocasiones. En su declaración ante el juez, Sabagh relató que había recibido una llamada de Lamari el 8 de marzo de este año, tres días antes de los atentados.

La siguiente llamada fue la del 27 de marzo, ya tras la masacre. El sirio le preguntó a su amigo si había participado en los crímenes del 11-M. "No me contestó", declaró ante el juez, pero el pollero sospechó, y mucho más cuando, antes de despedirse, Lamari le espetó: "Ya nos encontraremos en el cielo. Di a los hermanos que recen por mí. A mí nunca me cogerán vivo, ha llegado mi fin".

Lamari, según todas las fuentes consultadas, fue uno de los autores materiales del 11-M, participó en el intento de atentado del 2 de abril contra un tren AVE entre Madrid y Sevilla, fue quien leyó el vídeo de amenaza localizado en Leganés y, finalmente, se suicidó con otros seis terroristas en la citada localidad madrileña. Entre los suicidas estaba también el Tunecino, la persona que había ido a la pollería a comprar aves asadas para Lamari.

El argelino estaba siempre acompañado de Mohamed Afalah (Ighmiren, Marruecos, 16 de abril de 1976), quien vivía a escasos 150 metros del piso de la calle de Carmen Martín Gaite en el que se produjo el suicidio colectivo. Las huellas de Afalah, ahora buscado intensamente por su implicación en la matanza, estaban en el Skoda Fabia junto a otras de Lamari. El argelino y el marroquí habían estado juntos en la pollería de Sabagh.

Los investigadores del 11-M están convencidos de que Allekema Lamari había regresado a Valencia para rehacer la estructura del GIA que él mismo había creado en 1997 para reconvertirla en una célula salafista vinculada a la rama más radical de este movimiento, Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio). Una vez recompuesta, la completó con los restos de la célula vinculada a Edin Imad Barakat Yarkas, Abu Dahdah; con parte de los fieles a Rabei Osman El Sayed Ahmed, el Egipcio (detenido en Italia por el 11-M y su supuesta participación en la preparación de otros atentados) y miembros de los grupos radicales que se habían asentado en el barrio de Lavapiés (Madrid), muchos de ellos vinculados al tráfico de hachís desde Marruecos y otros trapicheos..

Lamari, semanas antes de perpetrar los ataques del 11-M, estuvo enviando giros de entre 150 y 300 euros a varios de sus correligionarios presos, incluso en Marruecos. Los giros los hizo desde varias oficinas postales de Madrid y Valencia. Para entonces, el Centro Nacional de Inteligencia ya tenía noticias de que el argelino preparaba "un atentado en España". En concreto se hablaba de "un gran objetivo" y de un coche bomba guiado por terroristas.

El 11-M primero, y la planificación de un ataque suicida con un camión bomba contra la Audiencia Nacional después, fueron planeados por personas que tenían relaciones en distintos grados de intensidad con Allekema Lamari. Es más: el 6 de marzo, los pocos rastros que quedaban de Lamari se esfumaron y, con él, se perdió la pista a cinco de sus secuaces. Pero los agentes del CNI no desistieron. El 11-M, cuando la tragedia ya se había desatado en Madrid, miembros de La Casa estaban fotografiando en un parque de Valencia a varios colaboradores de Lamari.

La conclusión del CNI, una vez perpetrados los atentados, es que Lamari había sido una pieza clave en la masacre del 11-M, hasta el punto de que fue quien leyó la reivindicación grabada en vídeo que fue localizada en los escombros del piso de los suicidas. Una nota interna decía de él: "Tiene las suficientes dotes de liderazgo y grado de fanatismo para dirigirlo". Meses después, gracias al cotejo de los restos humanos hallados en Leganés con los de los padres del argelino, la policía pudo confirmar que era uno de los suicidas. Safwan Sabagh ya le había contado al juez que él creía que su amigo era uno de los que volaron con el edificio de Leganés.

Fotografía de Allekema Lamari que figura en su ficha policial.
Fotografía de Allekema Lamari que figura en su ficha policial.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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