Atenas entierra al Depor
La derrota ante el Olympiakos elimina al cuadro de Irureta y pone fin a cuatro años de éxitos
Pase lo que pase de aquí al final de la temporada, el Deportivo recordará su visita a Atenas como el día en que se bajó el telón para cerrar un ciclo repleto de sueños. Al grupo de Javier Irureta aún le queda la Liga para intentar que la etapa que, inexorablemente, camina hacia su fin concluya del modo menos traumático posible. Pero la derrota de anoche ante el Olympiakos tuvo el aire de una despedida para bastante tiempo y será un mojón inesquivable en el momento del balance. Por primera vez en cuatro años, el Depor se quedó fuera de la Copa de Europa sin superar la fase inicial. Todas las grandes conquistas de las últimas campañas quedaron enterradas en Atenas, estación término para un equipo abocado a plantearse en adelante una nueva vida.
OLYMPIAKOS 1 - DEPORTIVO 0
Olympiakos: Nikopolidis; Pantos, Anatolakis, Schürrer, Venetidis; Rivaldo (Maric, m. 86), Kafes (Georgatos, m. 86), Stoltidis, Djordjevic; Giovanni y Okkas (Georgiadis, m. 57).
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, César, Pablo Amo, Romero; Duscher (Pandiani, m. 72), Scaloni (Mauro Silva, m. 78); Munitis, Valerón, Fran (Changui, m. 86); y Luque.
Gol: 1-0. M. 68. Duscher pierde el balón frente a su área y lo deja a los pies de Rivaldo, que lo mete al interior del área para que marque Djordjevic.
Árbitro: Terje Hauge, noruego. Amonestó a Schürrer, Duscher y César.
Unos 30.000 espectadores en el estadio Karaiskaki, de Atenas.
Cinco partidos sin marcar. Triste estadística para un equipo que se había forjado una pequeña leyenda
En el novísimo estadio Karaiskaki, imagen simbólica de los festivos tiempos que vive el fútbol griego, el Deportivo estuvo a medio camino entre el conjunto renacido de las dos últimas semanas y el enfermo con encefalograma plano que se había visto hasta ahora. Jugó con corrección y gozó de su habitual usufructo de la pelota, pero masticó demasiado su fútbol, al que siempre le faltó picante. En buena medida, porque Valerón volvió a apagarse tras los destellos de los últimos días, circunstancia que dejó la vena creativa del equipo a expensas de Fran, un manantial de ideas al que le faltó la compañía de El Flaco. Y también de un ariete.
Luque, al que las lesiones de Tristán y Pandiani forzaron a regresar a la posición en la que se abrió camino en el oficio, dio muchos síntomas de incomodidad, como si no pudiera desprenderse de los recuerdos de su época en la banda. A Luque le faltaron, por igual, pericia y suerte. Incurrió reiteradamente en el fuera de juego ante una defensa que achicaba hacia arriba a la menor ocasión. Y, cuando se las ingenió para esquivar las continuas emboscadas griegas, fueron el árbitro y los jueces de línea quienes frustraron su empeño. La ocasión más palmaria fue en el único pase por encima de la vulgaridad que trazó Valerón, mediada la primera parte. Una asistencia buscando la carrera de Luque, quien logró rebasar a los centrales hasta que se encontró con la mano de Schürrer para frenar lo que era ya una estampida en solitario hacia el portero. Podía haber motivo de expulsión, pero el árbitro lo dejó tan sólo en tarjeta amarilla a pesar de los desesperados aspavientos de Irureta desde el banquillo.
Como su rival, el Deportivo también se afanó por comprimir el campo y sacar a la defensa de la trinchera. Lo hizo con bastante menos coordinación que el Olympiakos, al que regaló en la primera parte dos mano a mano con Molina. En el primero, el chipriota Okkas se descompuso miserablemente. En cuanto entró en el área, sin ninguna amenaza en muchos metros a la redonda, se vio que el hombre era un océano de dudas. Todo lo contrario que Molina, al que nunca se le calienta la sangre en ese tipo de ocasiones. El temple del portero acabó de fulminar a Okkas, que se limitó a entregarle la pelota. Más atinado estuvo poco después el centrocampista Kafes para rematar por encima de Molina desde el borde del área, pero el balón se fue el larguero por apenas media cuarta. Fuera de esos golpes esporádicos, propiciados más por los errores del Depor que por los propios méritos, el Olympiakos tampoco enseñó nada que pudiera asustar. Se organizó con eficacia para tapar al Depor, confiado en que aparecería su oportunidad. De Rivaldo y Giovanni sólo quedó la nostalgia de los viejos tiempos del Barça. Tampoco hubo mucho que reseñar en el casillero de Djordjevic, otro que parece haber dejado atrás sus mejores días.
El partido se fue consumiendo entre el intrascendente peloteo del Deportivo, con un Valerón cada vez más achicado, y las esporádicas punzadas del Olympiakos. Los griegos volvieron a encontrarse con un duelo solitario ante Molina en el arranque de la segunda parte. Esta vez le tocó estropearlo a Georgiadis, que había suplido precisamente a Okkas y se consumió como él ante el imperturbable portero deportivista. Aun así, la banalidad del Depor se hizo tan acusada que acabó brindando la crecida del Olympiakos. Y un nuevo error visitante, en esta ocasión de Duscher, permitió que Rivaldo y Djordjevic saliesen de las sombras para echar la última palada de tierra sobre el Depor. Ni con la entrada de Pandiani fue capaz el conjunto de Irureta de abrirse paso hasta el área griega.
El Depor sumó su quinto partido sin marcar en la Liga de Campeones, una estadística triste, ignominiosa, para un equipo que en los últimos cuatro años se había forjado una pequeña leyenda europea.
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