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Una mesa de memoria para Fernando Buesa

Eduardo Madina

El jueves pasado, en Vitoria y gracias a la Fundación Fernando Buesa, tuvimos por fin la oportunidad de ver una mesa largamente anhelada por la ciudadanía vasca. En ella, estaban sentados los máximos representantes de todos los Partidos vascos democráticos; Javier Madrazo, Carmelo Barrio, Josu Jon Imaz, Begoña Errazti y Patxi López. El tema de la conferencia era la participación de los jóvenes en política. Y a quienes estábamos allí, nos daba la sensación de que, como de repente, nuestros representantes políticos habían rejuvenecido, a base de relajación y buenas formas, por lo menos unos 10 o 15 años.

Aquello tenía un tono distendido. No faltaron las alusiones a la agenda política de actualidad ni a las estrategias propias en algunos casos, pero el sonido general de la mesa recordaba aquellos tiempos en los que todos los Partidos eran capaces de sentarse juntos para tratar un tema fundamental de forma compartida y complementaria lejos de la bronca política y las malas formas.

Les pediríamos un tamaño más amplio para el espacio de pensamiento de futuro

Traía buenos recuerdos escucharles hablar sobre los elementos de lucha compartidos por todos a finales de los 70, cuando los allí presentes eran jóvenes dirigentes políticos unidos por una misma causa; la búsqueda de una salida digna de la noche oscura de la dictadura y la entrada en los primeros pasos de un sendero hacia la democracia en Euskadi y en España.

Tras todo aquello, nuestro País fue diversificando el camino, bifurcaciones hacia la derecha y hacia la izquierda y, en algunos casos hacia atrás, hicieron que los nuevos horizontes que cada uno fue marcando crearan distancias enormes entre unos y otros. Y aunque, en algún momento, Euskadi fue capaz de comprender que volvía a haber un objetivo común, el acuerdo de Ajuria Enea murió entre miedos, egoísmos y errores estratégicamente calculados por algunos.

Y desde entonces, los diferentes instrumentos democráticos suenan tremendamente distorsionados en el pentagrama vasco, como alejados unos de otros, como interpretando melodías muy distintas en una sinfonía que sólo volverá a sonar bien el día en que todos ellos comprendan que tienen que entrar en el momento adecuado e interpretar la misma partitura y en la misma clave; la consecución compartida por todos de la libertad en Euskadi.

No sería malo que de la iniciativa de la Fundación Fernando Buesa tomaran buena nota nuestros representantes políticos porque, a pesar de las repetitivas construcciones nacionales de retroalimentación de algunos (con las deconstrucciones intelectuales que estas llevan implícitas para el conjunto de la sociedad vasca), Euskadi sigue teniendo horizontes que debieran estar compartidos por todos y que conforman las características del País en el que muchos jóvenes de hoy vamos a vivir mañana.

Por eso, algunos de nosotros les pediríamos algunas cosas a esos jóvenes de los 70 que hoy dirigen los Partidos y las Instituciones. En primer lugar, que nos dejen un País sin violencia, donde nadie mate y nadie muera, donde nadie resulte amenazado por el color de sus ideas o la forma de su compromiso político, social o profesional.

Un País alejado de estas mediocridades actuales donde el cuerpo de pensamiento de nuestra sociedad soporta constantemente las intenciones reduccionistas de algunos que tratan de empequeñecer el tamaño del pensamiento colectivo para reducirlo a un eje político con variables cada vez más cortas girando constantemente sobre sí mismas.

Por eso, les pediríamos un tamaño más amplio para el espacio de pensamiento político de futuro. Un País donde se pueda pensar y se pueda dudar, donde la reflexión y el compromiso político no estén mal vistos, un País donde la política sea de nuevo un instrumento dignificado al servicio de los sueños y no un espacio para la confrontación empañado de predeterminaciones y "destinos manifiestos". Un cuerpo público de futuro con más políticos y menos profetas.

Una sociedad donde esos famosos "temas fundamentales" estén resueltos para el viaje y protegidos por guardarraíles sólidos en nuestra particular autopista hacia el futuro. Un escenario político envuelto por zonas de seguridad lo suficientemente amplias y bien construidas como para que no tengamos que volver a entrar en ellas; espacios asentados tras la superación de los debates patrióticos y territoriales, con modelos jurídicos no cuestionados constantemente y cuajados sobre el reconocimiento de su valor como pacto, la cercanía al ciudadano, la eficiencia económica y la eficacia política. Un País valiente, moderno, alejado de los textos bíblicos del S. XIX o de las constantes reivindicaciones indentitarias definidas desde el rechazo del otro y, en ocasiones, desde el odio al "diferente".

Un País que, mañana, se sujete sobre los cimientos sólidos de la memoria y no sobre el frágil material con el que se construye el olvido. Un mañana bautizado sobre un principio de reconocimiento con todo lo que nos pasó para poder evitar así, futuras recaídas en este mar de aguas negras mezcladas con sangre; esta especie de río del olvido, este Leteo interminable que nos lleva directos, si le dejamos y les dejamos, a la historia oficial de un País de futuro donde "nos hayan olvidado a todos" que Fernando Buesa tiene una Fundación que lleva su nombre porque hubo un día en Euskadi en que unos asesinos desalmados le quitaron la vida.

Eduardo Madina es secretario general de Juventudes Socialistas de Euskadi.

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